Pensamiento crítico en el Chile de hoy

El pasado 28 de abril se realizó el Coloquio “Pensamiento crítico en el Chile de hoy. Homenaje a Antonio Cortés Terzi”, organizado por el Instituto Igualdad y la Fundación Almeyda. En la oportunidad intervinieron Osvaldo Puccio, Julio Sau, Alfredo Joignant, y Ernesto Águila.  En el encuentro también estuvieron presentes el cientista político y abogado Carlos Hunneus, el economista Andrés Sanfuentes, el ex Ministro Germán Correa, entre otros.

A continuación entregamos una transcripción de la intervención del Director Ejecutivo del instituto Igualdad sr. Ernesto Águila.

Estimados amigos y amigas:

Cuando conversamos con Marcia Martínez la posibilidad de organizar este homenaje a Antonio, pensamos que la mejor manera de recordarlo era convocando a hablar sobre el estado del pensamiento crítico hoy en Chile. Puede parecer árido, pero además de necesario, creo que hubiese sido como le habría gustado a Antonio ser recordado.

Antonio Cortés aunque hizo tal vez su mayor fama como columnista político, como un agudo e incisivo polemista (fue alguien que le devolvió poder a la palabra escrita), antes que todo fue un teórico, es decir,  una persona que nunca dejó de buscar, de escudriñar, las tendencias generales, estructurales, que permitían describir y explicar la evolución de la sociedad  contemporánea y chilena en sus capas geológicas más profundas.

Estoy convencido que Antonio Cortés es aún un pensamiento por descubrir; que hay en él una cierta mirada propia y original –con sus particulares categorías y método de acercamiento a la reaalidad- que conviene intentar rescatar, sistematizar y explicitar, porque de allí se puede aprender bastante a la hora de pensar en la reconstrucción de un pensamiento crítico en Chile. Hay una vasta obra de Antonio dispersa, que no solo espera ser reunida y recuperada, sino además implica el desafío intelectual de extraer de allí la visión teórica que está contenida.

¿Cuales son estas categorías recurrentes y ese cierto método que Antonio aplicaba a la comprensión de la realidad y a sus fenómenos? Me atrevo a sugerir, a lo menos, las siguientes:

a)    En primer lugar diría que Antonio Cortés nunca abandonó una visión que  para decirlo en términos filosóficos un poco a la m antigua podría definirse como “materialista” y “estructuralista”. Yo que creo que hubiese adscrito sin problema a aquella expresión hegeliana de que todo lo “real es racional”, entendida esta expresión como que todo lo real responde a una cierta racionalidad, que debe ser desentrañada y descubierta. En este sentido la realidad no le producía “escándalo”, y por absurda e injusta que fuera le parecía que debía explicarse desde algunas categorías concretas y objetivas.

En este contexto, siempre miró con sospecha una cierta crítica “moralista” de izquierda a la realidad o un énfasis centrado excesivamente en las subjetividades o los comportamientos individuales para explicar el movimiento general de la sociedad y de la política. Siempre buscó afirmar su comprensión en procesos más objetivos y materiales, no exclusivamente económicos, sino también culturales y propiamente políticos.

b)    En segundo término, hacía suya una cierta lectura del marxismo –y que le produjo no pocas incomprensiones- que valoraba el capitalismo como un claro avance de la humanidad. No era alguien que se sentía incómodo en el proceso de modernización capitalista. Entendía el socialismo más como una conclusión del capitalismo que como un sistema alternativo sin raíces en la realidad productiva y política del presente. En ese sentido era muy crítico de lo que consideraba un socialismo autárquico y de todas aquellas críticas y concepciones del socialismo que remitieran a formas de organización premodernas o precapitalistas.

c)    En tercer lugar, tuvo una temprana y lúcida comprensión del hecho democrático, como el ethos político insoslayable de la lucha socialista. Lo hizo teóricamente a través de Gramsci y políticamente a través de Allende. Lo hizo sin volverse liberal o no demasiado liberal. Lo hizo más a través de Gramsci que de Bobbio. Lo realizó manteniendo en el centro el concepto de hegemonía y de las luchas por la hegemonía que tenían lugar en la sociedad. No tenía dudas de que el socialismo debía hacer valer su proyecto histórico a través de los procedimientos democráticos, pero que no por ello la política dejaba de ser un escenario fundamentalmente de confrontación de fuerzas. Recuerdo un debate con J.J. Brunner acerca de si el concepto de hegemonía era o no posible de conjugar con la democracia, lo que por supuesto era defendido favorablemente en el planteamiento de Antonio.

d)    En cuarto lugar, destacaría del pensamiento de Antonio Cortés  su visión “popular” y “nacional” del socialismo. Aún cuando parezca contradictorio en estos tiempos tan globalizados, Cortés Terzi creía en la tesis gramsciana que el socialismo siempre debía ser “nacional”, es decir, debía arraigar en la “cultura nacional”, conectar con las prácticas y los sentidos comunes de las personas y de su tiempo. En este contexto siempre le interesó el “allendismo”, más que por la figura de Allende en sí, por su capacidad de transformarse en “cultura popular”. En ese sentido Antonio era muy contrario y crítico  a las formas elitistas e iluminadas de ciertos sectores de izquierda.

e)    Por último, un aspecto más político aunque también teórico y muy gramsciano en el pensamiento de Antonio: desarrollar la unidad estratégica entre la izquierda y el centro, como expresión de la unidad de las clases medias y populares, las que se habían divorciado con consecuencias trágicas el 11 de septiembre del 73. Sin este Bloque Histórico que cristalizó en la Concertación, hubiese sido muy difícil, a juicio de Antonio, iniciar el lento pero ascendente camino de recuperación de derechos sociales económicos y culturales por parte de los sectores populares y medios, en el marco de una feroz asimetría de poder con la derecha y la diversas formas de facticidades del poder.

Hasta aquí algunos aspectos del pensamiento de Antonio. Todo un programa intelectual como puede apreciarse. Sin embargo, parece conveniente hacerse cargo de otros “nudos críticos” a desatar si requiere reinstalar un “pensamiento crítico” en nuestro país. Planteo los siguientes:

  • El socialismo debe auto concebirse como una racionalidad distinta y superior, del capitalismo. Dicho de manera mucho más terrenal debe salir victorioso en términos teóricos y políticos de la contradicción entre “plan” versus “mercado”.

    El socialismo, como proyecto e identidad,  no puede renunciar a la idea de “planificar” el futuro en oposición a una sociedad y un sistema económico que se reproduce anárquicamente por la vía del mercado. No se trata, por cierto, de volver a los “planes quinquenales” o a un estado que controla y proyecta toda la economía, pero si a una idea más actual e inteligente de planificación. Si el socialismo no ofrece una visión de futuro que racionalice las tendencias espontáneas del capitalismo de ir generando irracionalidades sociales, ambientales, económicas, no podrá reponerse como una opción teóricamente sólida, y por sobre todo alternativa. En ese sentido se puede consignar como una pequeña victoria del socialismo la instalación a propósito del desafío de la reconstrucción del concepto de “plan”.

  • Volver a leer a  Guy Debord y su interpretación del capitalismo a través de su legitimación como un “espectáculo”. El pensamiento crítico tiene el problema que el sistema actual no esconde su dominación sino que la exhibe impúdicamente. Antes criticar era develar ¿ hoy qué es? Hay una producción permanente de un presente continuo, lo que ha se ha acentuado con fenómenos con las llamadas “redes sociales” de Internet. El problema de esta producción espectacular y la producción de un presente perpetuo y cada vez más obeso, es que se adelgalza o se elimina el pensamiento histórico. Sin historia no hay pensamiento crítico; sin pensamiento crítico no hay posibilidad de pensar el futuro como algo distinto a la mera reproducción del presente.

    Si la crítica ya no es develar o poner en evidencia la dominación porque ésta se exhibe sin pudores, como puede ser eficaz la crítica. Tal vez la nueva herramienta de la crítica es la ironía como lo han sugerido algunos autores ingleses (¿un socialismo irónico como actitud y talante?).

  • Un tercer aspecto: democracia y cambio social. Hemos pasado de  denostar la democracia a una recepción acrítica de ésta. ¿Cómo cambian las sociedades? ¿hemos reflexionado sobre ello? ¿Qué significa asumir el gradualismo de la democracia y propender a cambios profundos de la sociedad, transformaciones de rango histórico? Debemos repensar y reelaborar nuestra teoría del cambio social, considerando la democracia y sus posibilidades, pero no agotando en sus formas institucionales todas las alternativas y herramientas del cambio.
  • Un cuarto aspecto y final  puede parecer más instrumental que teórico, pero es fundamental. No hay pensamiento crítico sin un espacio público que lo acoja, recoja, y lo difunda.

Tal vez más que un problema de producción crítica  de ideas, que quizás es   menos dramático de lo que se piensa, el problema está en el hecho que éste se encuentra completamente aislado, desconectado. Perdido en los pasillos de unos pobres departamento universitarios de humanidades y ciencias sociales. Reconstruir ese espacio público, implica recuperar o construir una tupida red de instituciones educativas, universitarias, culturales, medios de comunicación, centros de estudios, editoriales, espacios virtuales, espacios artísticos e intelectuales, que vayan configurando este “espacio público critico” que permita acoger y difundir la producción  académica. Como diría la intelectual argentina Beatriz Sarlo: “la buenas ideas necesitan poder”. Y si no nos preocupamos por el poder de estas ideas, éstas seguirán condenadas a la marginalidad y a un deliberado aislamiento.

Concluyo evocando nuevamente la figura de Antonio Cortés, y me imagino lo interesante que hubiese sido tenerlo con nosotros este último año. Saber como estaría examinando y analizando los cambios que se han producido. Herradle dijo de Roberto Bolaño cuando éste murió que había sido “un trapecista sin red”, lo mismo podríamos afirmar de nuestro Antonio, por el arrojo y valentía con que asumió la actividad intelectual. Ha pasado ya más de un año de su partida y vaya que se ha sentido presente su ausencia.

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