¿Seleccionar para educar?

Unas semanas atrás se hicieron públicos los resultados de la última Prueba de Selección Universitaria. Si bien las diferencias entre colegios públicos y privados se mantuvieron, éstas siguen siendo escandalosas. Para disminuir esta brecha, algunos representantes del mundo académico han propuesto sustituir la PSU por una prueba que mitigue los sesgos de clase que tendría ésta.

Sin embargo, tal solución llegaría demasiado tarde en el proceso educativo como para resolver el problema de fondo, ya que la brecha comienza a ensancharse desde el primer año de educación básica. Por su parte, el candidato presidencial de la derecha ha propuesto crear 40 liceos de excelencia que, siguiendo el modelo del Instituto Nacional, brinden una educación similar a la disponible en el sistema privado a alumnos de alto rendimiento. Sin lugar a dudas, una medida como ésta mejoraría las oportunidades de los alumnos de nuestra alicaída educación pública. Ahora bien, esta propuesta implica la instauración de un exhaustivo proceso de selección que podría causar efectos no esperados y en dirección contraria a la igualdad de oportunidades. Examinar el derrotero de reformas similares en otros países puede ayudarnos a clarificar esta situación.
Siempre he tendido a pensar que Chile necesita una red de liceos públicos de excelencia para subsanar las enormes diferencias que existen entre la educación particular pagada y la pública, pues éstas afectan directamente el futuro laboral de los egresados de ambos sistemas. En este escenario, quienes pueden acceder a la educación particular pagada se aseguran contra los avatares del destino, ya que adquieren un nivel de competencias superior al de la mayoría de los chilenos y entran a una “red de contactos” que les permite enfrentar con menos incertidumbre el desempleo y acceder a mejores rentas.

Así las cosas, las esperanzas de movilidad social vía educación se ven reducidas a unos pocos liceos “emblemáticos” –que aún conservan el derecho a ser llamados de ese modo- y a un puñado de congregaciones religiosas y fundaciones dispuestas a entregar educación de calidad bajo la cota mil. Por esta razón, resulta casi de sentido común afirmar que Chile necesita más liceos de excelencia que, por su carácter laico y republicano, sean una alternativa de movilidad social frente a aquellos que discriminan por el credo o la “integridad” moral de los padres. Sin embargo, el diseño de una política en este sentido puede tener efectos no deseados.

El “Tripartite System”, sistema de enseñanza imperante en el Reino Unido entre 1944 y 1976, puede ser un ejemplo de los efectos no esperados de este tipo de políticas. Ideado por los conservadores, aunque apoyado en sus inicios por algunos laboristas que veían en él un fomento a la movilidad social, este sistema buscaba entregar a todos los estudiantes, sin importar su origen, una educación ajustada a sus necesidades y habilidades. Para alcanzar este objetivo, una vez finalizada su educación primaria, los estudiantes se sometían a una prueba de CI que los clasificaba en tres grupos, de acuerdo a los cuales se formarían para las ciencias, las ingenierías o para labores no calificadas. Ahora bien, al poco andar el sistema comenzó a revelar sus carencias:

1) La prueba “Eleven Plus”, que mediante una evaluación de CI determinaba que tipo de educación correspondía entregar a cada niño, resultó tener evidentes sesgos culturales y de clase. Hecho que deslegitimó gran parte del sistema.

2) Además, si bien el sistema prometía iguales oportunidades de ingreso a la educación superior, los hechos demostraron que sólo los egresados de grammar schools –escuelas que enfatizaban la educación en ciencias- tenían el entrenamiento necesario para ingresar a la universidad.

3) Por otro lado, aunque el sistema prometía igual valoración para los tres tipos de escuela, en los hechos, ser egresado de una escuela que no preparase para las ciencias era una condena social que redituaba sobre el futuro laboral de los egresados de éstas.

4) Por último, el sistema terminó institucionalizando una educación de castas, en el cual los hijos de la clase media educada iban a las grammar schools, mientras los hijos de la clase obrera, en su gran mayoría, terminaban asistiendo a escuelas que los preparaban para seguir la vida de sus padres.

Por estas y otras razones, los británicos abandonaron el “Tripartite System” y lo sustituyeron por el “Comprehensive System”, que no selecciona alumnos bajo ningún criterio y que imparte una amplia gama de conocimientos científicos y prácticos en todos sus niveles y escuelas.

Sin duda, ésta es una experiencia sobre la cual se debe reflexionar al minuto de pensar sistemas educativos igualitarios y tendientes a favorecer la movilidad social. Ahora bien, Chile carece de los recursos para implementar un sistema masivo de escuelas como el que requiere el “Comprehnsive System”: grandes en tamaño y con una fuerte inversión en capital humano. Así las cosas, dadas nuestras limitantes económicas, por el momento sólo parece factible aumentar el número y la cobertura de nuestros alicaidos liceos públicos de excelencia. Sin embargo, para el largo plazo, dados los costos éticos y sociales asociados a un sistema basado en la segmentación y en la selección a tan corta edad, deben seguir evaluandose alternativas que hagan menos onerosa la aplicación del principio de iguladad a nuestro sistema educativo.

Relacionado

Comments

DEJA UNA RESPUESTA

Por favor ingrese su comentario!
Por favor ingrese su nombre aquí

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.