Palabras del Diputado Daniel Melo en homenaje de la Cámara de Diputados a Carlos Lorca Tobar

Señor presidente, han pasado ya cuarenta años desde el secuestro y desaparición forzada del médico y diputado Carlos Enrique Lorca Tobar, quien sólo alcanzó a ejercer su mandato como legislador entre marzo y septiembre de 1973, para luego caer en las manos de los agentes de exterminio de Pinochet, haciéndolo desaparecer para siempre, en las oscuras mazmorras de la dictadura. Durante estos años, señor Presidente, la figura de Lorca ha permanecido viva y presente en el recuerdo de sus representados en Valdivia, de sus compañeros de lucha en el PS y en la Juventud Socialista, y -particularmente- en el corazón de su familia, gracias al incansable anhelo de justicia que ha perseverado en sus hermanos Raúl y Luis, para quienes pido un gran aplauso.

Hoy estamos aquí reunidos para homenajear a aquel joven líder del socialismo revolucionario y democrático; hombre de ideas convincentes y reflexiones profundas, las que hoy resultan tan necesarias en el actual contexto de crisis de legitimidad política.

Desde su noble humildad, la leyenda de Carlos Lorca se ha erigido como una de las más emblemáticas en la historia del Partido y la Juventud Socialista. Desde su desaparición en el año 1975, y de ahí en adelante, Lorca se constituyó en el ejemplo de militancia socialista para miles de jóvenes a lo largo y ancho del territorio nacional, siendo sus principios, valores e ideales, el pensamiento que impulsa y motiva la acción socialista desde su inicio. Hoy miles de jóvenes socialistas en Chile y el mundo siguen su ejemplo, tal cual como aquellos jóvenes que hoy nos acompañan y le rinden homenaje desde las tribunas.

Médico psiquiatra de profesión, estratega como buen ajedrecista y plenamente comprometido con las luchas sociopolíticas de su tiempo, como la revolución cubana y la lucha vietnamita ante el poderío estadounidense, Lorca inició su actividad política en la Universidad de Chile.

Allí presidió el Centro de Alumnos de su carrera y participó como secretario general de la Federación de Estudiantes de la Universidad de Chile, la FECH, tomando la dura carga de ser el principal dirigente del socialismo universitario en tiempos donde el cambio social apremiaba como nunca.
Quienes lo conocieron se refieren a él como una persona callada, amante de la música y gran ajedrecista, mientras que en el campo político contribuía con la mesura y reflexión, como si fuera conocedor del destino que habría de deparar a nuestra patria, en el caso de que ocurriera el colapso de su centenaria democracia.

Llegado el año 1971, con el Gobierno popular ya electo y en funciones, su liderazgo lo llevó a ser secretario general de la Federacion Juvenil Socialista y luego Presidente de la Unidad Popular Juvenil, correspondiéndole la coordinación y el apoyo de los jóvenes al gobierno democrático del Presidente Salvador Allende.

Pese a tan altas dignidades, Lorca sabía que la lucha se desarrollaría, particularmente, en el Parlamento, desde donde, como hoy, él y muchos más jóvenes idealistas, pretendieron llevar las esperanzas de estudiantes y campesinos a transformarse en leyes que asumieran la realidad que hay detrás de cada problemática social.

Para Carlos Lorca y quienes le acompañaran, el avenimiento de la Dictadura no era una sorpresa, así como el destino del movimiento social, político y social que había acompañado al presidente Allende: «Ahora el golpe de Estado es inminente. Será feroz y la dictadura será muy larga», diría el 11 de septiembre en radios valdivianas.
Lorca y los jóvenes héroes de la Dirección de la Juventud Socialista, optaron por disolver su estructura y abocarse a reconstruir el Partido, en momentos en que los militares arreciaban con la vida de miles de nuestros compañeros y compañeras.
En esa labor el rol de Lorca sería fundamental. Asumió las relaciones políticas con las organizaciones sociales contrarias a la doctrina fascista que comenzaba a imperar en Chile y, también, los contactos con funcionarios de organismos multilaterales dispuestos a cooperar con la resistencia democrática.

«Sebastián», como era conocido en la clandestinidad, propuso incansablemente la creación de un Frente Antifascista que conquistara para Chile una nueva democracia, interpretativa de los anhelos de las grandes mayorías.

El martes 25 de junio de 1975, abocado a eso fines, Carlos Lorca fue detenido por la DINA junto a la compañera Carolina Wiff.

Similar destino correrían Exequiel Ponce, Ricardo Lagos, Michelle Peña y muchos otros y otras que tuvieron la valentía de mantener en pie la estructura orgánica del PS, desafiar a la Dictadura y luchar por la restitución de la vida democrática en nuestro país.

Así como Lorca, todos ellos también son merecedores de homenaje y reconocimiento.

Estos jóvenes socialistas serían internados en Villa Grimaldi, entre gritos guturales de sus captores que luego les infligirían atrocidades que algunos en este hemiciclo siguen justificando sin ningún pudor.

Sobre su destino, sabemos que él y sus compañeros y compañeras, llegarían a Colonia Dignidad, no sin antes sufrir torturas indecibles como las con que Edwin Patricio Bustos, relatara haber sido amenazado por su verdugo Osvaldo «guatón» Romo. De no hablar, sería colgado de los testículos, «al igual como lo habían hecho con Carlos Lorca», según sus palabras textuales.

Nunca hubo más registros ni detalles de lo ocurrido con nuestro compañero, ni con nadie de quienes lo acompañaron.
Solo quedaron en el recuerdo de quienes estaban cautivos en Villa Grimaldi, los gritos eufóricos de ¡! Lorca, Lorca ¡! que espetaban sus captores y el epitafio que Michelle Peña labro en las maderas de los muros de la jaula de su detención.
«Estuve aquí en julio de 1975».

Señor presidente, el relato que esta Cámara escucha, no es fruto de mi invento o mi emoción. ¡CUARENTA AÑOS! Han pasado desde la desaparición de un ex diputado y al menos 10 personas más, sin que, judicialmente, se haya logrado esclarecer lo que ocurrió en este emblemático caso de vulneración a los derechos fundamentales.

Hasta el día de hoy, seguimos y seguiremos sin saber del paradero de los restos ni los autores de la muerte de aquel joven parlamentario que fue despojado de su vida por sus ideales.
Es urgente que esta Corporación asuma la búsqueda de verdad y justicia, haciendo propia la defensa de Carlos Lorca, asumiendo con la propiedad que tiene el hecho de haber perdido a uno de los miembros de este hemiciclo en el pleno ejercicio de su labor parlamentaria.

La Cámara de Diputados debe mantener vivo el nombre de Lorca, tal como lo hizo cuando denominó con su nombre la donde semanalmente desarrolla su trabajo una de las comisiones permanentes de esta Corporación.
Creo que es tiempo que esta Corporación, extreme y agote sus recursos en la búsqueda de determinar qué pasó y dónde están los restos del único diputado de la República detenido-desaparecido.

En tiempos aciagos, donde la voluntad popular expresada en las urnas parece resquebrajarse ante el acomodo y la genuflexión de muchos frente a las demandas del capital, que más podríamos hacer que tomar el legado de una generación que no se rindió ante el terror estatal, aprendiendo a sacar grandeza de flaquezas para poder resistir; una generación que supo levantarse y reconstruir un tejido político y social, hasta convertirlo en un frente fuerte y unido, que logró derrotar a la dictadura.

Debemos seguir y consagrar ese legado, sobre todo ahora, en que los cantos de sirena de los dueños de todo y de Chile, parecen llevarnos a abdicar del mandato que el pueblo nos diera.

El doctor Carlos Lorca Tobar, señor Presidente, cumplió un rol destacado en la política nacional y en la función parlamentaria, la cual llevó a cabo con claridad y coherencia, sobreponiendo la ética y los principios a la mirada simplista e individualista que hoy impera.

El ejemplo de consecuencia de Carlos Lorca, señor Presidente, hoy se vuelve cada vez más necesario en la acción política, en momentos que el país se ha impuesto la tarea de restituir derechos sociales esenciales como son la educación pública y gratuita, y el establecimiento de derechos laborales que vienen a dar justicia a un mercado del trabajo desigual. Carlos Lorca, señor presidente, seguirá presente, ahora y siempre.

He dicho.

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