EL “NO”

NO

Ganarle a la dictadura “con un lápiz” fue, en rigor, una proeza de las fuerzas democráticas y del pueblo de Chile. Un desenlace muy difícil de creer antes que así ocurriera; es decir, se dio aquella situación imprevista de que un dictador organizara un Plebiscito para perderlo. Muchos pensaron que era imposible. Incluso muchas figuras de peso global así lo creían.

En la política, fue un acuerdo amplio y decisivo, entre las fuerzas de centro y de izquierda; que fue capaz de proyectarse al ámbito organizacional, instalándose en el país una estructura de control de la votación que impidió que se materializara un fraude, que hubiera dado el triunfo a Pinochet. Asimismo, el imán que se generó desde una amplísima unidad de la oposición, en lo social fue absoluto y en lo político casi total, se creó un polo de atracción con una fuerza formidable, capaz de agrupar a los mejores intelectuales y creadores del país, a las personalidades de la cultura y del arte con una potencia apabullante que hizo un uso formidable del tímido espacio televisivo de la franja del NO.

A propósito de la reciente película sobre el “NO”, se ha tratado de buscar diferencias en el grado de la contribución hecha desde la política o de los creadores de la franja. En mi opinión, tales ejercicios son innecesarios. Si no hubiera existido la unidad política que se dio en tal jornada no se habría reunido la fuerza intelectual que dio vida al concepto de “la alegría ya viene”, así como, sin el aporte esencial de esa capacidad creadora tampoco el entendimiento político hubiese alcanzado la profundidad de la convocatoria nacional que cobró vida en el país, con un alcance insospechado e imparable.

Fueron ambos factores insustituibles. Sin la lucidez y el talento de la estrategia política del “NO”, la victoria no habría llegado; y sin la imaginación excepcional de los intelectuales y creadores las condiciones para doblarle la mano al inmenso aparato de poder dictatorial, tampoco hubieran existido.

Chile enfrenta un nuevo desafío: reducir y superar la desigualdad que separa socialmente el país que, inevitablemente, afecta su convivencia interna, proyectando una indeseable sombra sobre el futuro de la nación chilena, constituyéndose como una severa encrucijada que el sistema político deberá ser capaz de abordar, sin eludirla, ya que postergarla indefinidamente no hará más que agravar la situación. Ante ello, hacer revivir el espíritu y la voluntad del “NO” en una amplísima convergencia de fuerzas que configuren un nuevo Pacto Social por un Chile más justo, es una tarea esencial para alcanzar las reformas institucionales que cristalicen en un Estado Protector de la dignidad de las familias chilenas. Esperamos, en consecuencia, que renazca el “NO” en este nuevo reto que vive la comunidad chilena.

Casi un cuarto de siglo después, no hay que cansarse de insistir en que, el desenlace a favor de la restauración democrática, el 5 de octubre de 1988, en una situación institucionalmente tan desfavorable, fue lo que efectivamente merece el nombre de hecho histórico, que abrió una nueva etapa en Chile, esta tierra que tanto amamos, de reencuentro, ejercicio de las libertades y progresos de las mayorías postergadas. Sin tales avances la convivencia de nuestra comunidad nacional habría caído en una senda de deterioro, polarización y paulatina confrontación. Ha sido el reconocimiento de los derechos de todas y todos lo que abrió el camino hacia la renovación, fortalecimiento y revitalización de la nación chilena.

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