La revuelta del fin del mundo

Protesta Magallanes

Cuando uno piensa que se va acercando al fin del mundo, es decir a 51 kilómetros al sur de Punta Arenas, un monolito a la orilla del camino le indica que se encuentra en el “centro geográfico de Chile”. Un dato curioso pero exacto que se obtiene sumando la antártica chilena al territorio nacional, lo cual permite situar en la mitad de la nada de la pampa magallánica el centro de Chile. Tal vez sirva ese monolito para recordarnos que aquello del centro y la periferia es siempre una cuestión de perspectiva.

Pero la región de Magallanes tiene otras singularidades. Su política está cruzada, como en pocos lugares  de Chile, por dos ejes: al tradicional clivaje izquierda-derecha se superpone el de regionalismo-centralismo, dando origen a las múltiples combinaciones políticas  que las matemáticas permiten. Existe la percepción que luego de este conflicto del gas el eje regionalismo/centralismo será mucho más determinante para validar cualquier proyecto político y liderazgo futuro en Magallanes. Esta será la primera consecuencia política de fondo que dejará este conflicto.

Por otro lado, en la última elección presidencial la derecha había logrado algo notable: alzarse en segunda vuelta con un 54,5 % de los votos en una zona históricamente de izquierda. La inteligente apropiación del regionalismo de la derecha local, unido a una cuota de hastío con la Concertación,  crearon las condiciones para un inédito triunfo de la derecha en una zona cuya izquierda se vanagloriaba de haber fundado, en 1897, el primer Partido Socialista en Chile, es decir, 12 años antes que el Partido Obrero Socialista de Recabarren y más de 30 años antes que el Partido Socialista de Grove y Matte.

La segunda consecuencia política de la crisis del gas será que el fino tejido construido por la derecha magallánica saldrá debilitado, a lo menos en su capacidad de intermediar un vínculo de confianza entre la administración Piñera y la ciudadanía magallánica. Probablemente pasarán varias elecciones antes que la derecha pueda volver a repetir el resultado electoral presidencial de 2010, y en lo inmediato el senador Bianchi y el diputado Marinovic deberán acentuar su condición regionalista, siéndoles más difícil mostrarse cercanos al ejecutivo. Malas noticias para la agenda legislativa del gobierno.

¿Es negativo el regionalismo? ¿Es riesgosa una “regionalización” de los liderazgos y de los partidos políticos chilenos? Difícil responder de manera concisa porque no todas son virtudes en los “regionalismos”, aunque probablemente no se vislumbra otro camino para una efectiva descentralización del país que no sea un movimiento social desde abajo, que irrumpa con fuerza desde las propias regiones, como el que acaban de protagonizar con éxito los magallánicos, y que expresa el mayor logro político de los movimientos regionalistas en Chile en mucho tiempo.

La revuelta del gas ha concluido pero las consecuencias de este conflicto dejarán huellas más profundas y duraderas. Lo ocurrido en Magallanes puede galvanizar  un proceso de regionalización que está latente y con ganas de aflorar en otras zonas de Chile y que bien conducido puede ser un avance significativo en esa asignatura pendiente de nuestra democracia que es la descentralización y un nuevo trato entre el centro y las regiones. Quizás más que unos puntos más o menos del gas,  eso es lo verdaderamente trascendente que se estaba jugando en Magallanes.

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Comments

  1. … y porque Santiago, Cordillera, Melipilla, Talagante, Maipo y Chacabuco son, para sopresa de algunos, PROVINCIAS DE LA REGIÓN METROPOLITANA. Miren que interesante!!!

  2. En la historia magallánica destacan dos hitos políticos. Uno es una herida: la masacre de la Federación Obrera de Magallanes, en julio de 1920, donde murieron en un incendio una cantidad no precisada de afiliados, a manos de los milicianos de la Liga Patriótica. Otro es un orgullo: el Puntarenazo de 1984, cuando decenas de manifestantes se congregaron en la Plaza de Armas para repudiar a Augusto Pinochet. Parapetados tras las rejas de la Catedral, le gritaron «asesino» y le arrojaron un conejo muerto. Incluso, hay adherentes al régimen militar que usan el término cuando aluden a la demostración máxima de un cierto espíritu rebelde y valiente que atribuyen al sentir regional.

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