Bachelet: equidad de género y trabajo decente

Michelle Bachelet

ONU Mujeres quiere contribuir a crear mayor conciencia respecto de las precarias condiciones en que trabajan hoy muchas mujeres. Es indispensable que se reconozcan sus derechos a trabajar en condiciones seguras, con contrato legal, con una retribución digna, con seguro de salud, con garantías de tiempo libre y de descanso, con oportunidades de capacitación, etc. En tal sentido, está el concepto de trabajo decente, en cuya definición a colaborado la OIT, y que ha sido consensuado internacionalmente.

Intervención de Michelle Bachelet, Directora Ejecutiva de ONU Mujeres, sobre “Equidad de género y trabajo decente”, convocada por Fundación Dialoga, Observatorio de Género y Equidad y OIT (Santiago, 27 de diciembre de 2010).

Queridas amigas y amigos.
Estimada ministra, gracias por estar acá.
Representantes de la CUT, de la ANEF, de las distintas organizaciones.
Ex ministras y ex ministros, ex embajadores, ex subsecretarios. Todos ex, pero aquí lo que cuenta es la persona, pensando, trabajando siempre por el país.

¡Qué alegría estar de nuevo en casa! Estar esta mañana en Santiago de Chile, aquí en la Fundación Dialoga, y además, compartiendo con todos ustedes.

Quiero decirles que el solo hecho de encontrarme de nuevo en Chile, junto a mi familia y junto a mi gente, es el mejor regalo de fin de año que uno pueda tener, en realidad, y estar compartiendo con ustedes acá ¡espectacular!

Como ustedes saben muy bien, el pasado mes de julio la Asamblea General de Naciones Unidas adoptó por unanimidad la resolución –y en base a una larga discusión de cinco años- de generar un cambio institucional que permitiera acelerar el progreso de las mujeres del mundo.

Para ello Naciones Unidas tenía cuatro entidades, dos dedicadas a la conceptualización, al trabajo de desarrollar normativas y requisitos para que los Estados miembros los cumplieran, uno que era el fondo: el UNIFEM, y el centro de investigación y empoderamiento en República Dominicana.

Sin embargo, cuando se miraba las variables de cómo avanzaban las mujeres del mundo, todas las variables femeninas, incluso las Metas del Milenio, eran las que avanzaban más lento. Por ejemplo, la mortalidad materna aún existe en muchas partes del mundo, y si bien algunos dicen que ha sido un éxito porque bajó de quinientos mil a trescientos cincuenta mil por año, claramente estamos hablando de cantidades realmente impresionantes.
Y por lo tanto había una constante necesidad de generar una institucionalidad que tuviera mayor peso, mayor fuerza, que fuera más robusta, que tuviera incluso mayor importancia política, mayor relevancia. Y es por esto que se crea ONU-Mujeres, y se le da mayor visibilidad. Entonces se aprueba la fusión de estas cuatro agencias que se preocupaban de distintos aspectos de los problemas de la mujer.

Esta nueva entidad, ONU Mujeres va a iniciar oficialmente su funcionamiento a partir de enero. Y la tarea es muy clara, la han dicho quienes me han antecedido: es seguir trabajando por generar la igualdad de género, igualdad de las mujeres, y empoderamiento de mujeres y niñas a lo largo de todo el mundo, para ampliar los horizontes para las mujeres y los niños.

Tengo la honrosa misión -encargada por el Secretario General de Naciones Unidas- de dirigir esta nueva institución, hemos estado estos meses creándola, armándola; y créanme que todos los esfuerzos y la lejanía de mi tierra encuentran gratificación solamente al trabajar por una causa justa, pero a la vez indispensable para el desarrollo de la humanidad. Y me sostiene y me alienta el saber que las mujeres chilenas sienten, una vez más, que las estoy representando. Y yo quiero representarlas del mejor modo posible, que es volcando toda mi energía y todo mi esfuerzo para lograr el éxito de las nuevas tareas.

Y hay un asunto que es decisivo para conseguir avances reales en materia de equidad de género, y es la razón por la que hoy nos hemos reunido acá: la igualdad de trato para las mujeres en el ámbito laboral y la lucha por asegurar empleos decentes para ellas.

Más de alguna de nosotras coincidimos en Brasilia, en el encuentro de la CEPAL en junio de este año, donde se lanzó el libro ¿Qué Estado para qué igualdad?, en el que queda absolutamente claro que lo único que garantiza la igualdad de género es la posibilidad de tener autonomía económica. Y la pregunta ¿Qué Estado para qué igualdad? también tenía que ver con una apuesta clara, ya que para crear igualdad y autonomía, tenía que haber un Estado que no podía ser neutral, al contrario, que se jugara por las mujeres, que se jugara por generar esas posibilidades. Y por lo tanto, qué importante es vincular igualdad de género, igualdad de oportunidades, igualdad de derechos, con actividades que dan autonomía económica.

A nivel mundial yo diría que Naciones Unidas ha logrado progresos en promover la igualdad de género en las últimas décadas. Y por supuesto uno puede calificar como históricos los acuerdos contenidos en la Convención para la Eliminación de todas las Formas de Discriminación contra la Mujer, aprobada por la Asamblea General de la ONU en 1979, o, por supuesto, la Declaración y Plataforma para la Acción, aprobadas en la Cuarta Conferencia Mundial sobre la Mujer, efectuada en Beijing en 1995. Y allí claramente están definidas las directrices que orientan el impulso que representa ONU Mujeres.

Pero todos sabemos que las desigualdades tienen una historia muy larga. Pese a los progresos, hay una mitad de la humanidad de mujeres que son víctimas de discriminación y violencia en todos los continentes, cuando son además marginadas o subrepresentadas en los procesos de toma de decisiones y los altos índices de mortalidad materna siguen siendo vergonzosos en el mundo, como ya señalé.

Y nuestro deber es enfrentar una realidad que es cruda en muchos aspectos:

– La mayoría de los pobres en el mundo son mujeres, se calcula que un 56 a un 60 por ciento, son mujeres. De hecho, y este es un dato que me daba el Director Ejecutivo de la FAO, entre el 60 y el 70 por ciento de los trabajadores agrícolas son mujeres. Entonces la mayoría de los pobres son mujeres, y en algunos casos especialmente vulnerables, como las que trabajan en faenas agrícolas, las del sector informal, las mujeres inmigrantes, las mujeres que viven con alguna discapacidad, las mujeres que viven con VIH SIDA, y las mujeres mayorcitas o con juventud acumulada, como yo siempre digo.

– El siguiente tema es que las mujeres tienen muchas más probabilidades que los hombres de recibir bajos salarios y tener empleos precarios y de bajo nivel.

– Una gran proporción de mujeres sigue trabajando en la economía informal, sin garantías de ningún tipo. Y estos datos que estoy dando son mundiales, acá se reflejan algunos también, hay otros que afortunadamente nosotros no tenemos.

Las mujeres siguen teniendo responsabilidades desproporcionadas de trabajo sin remuneración, como el cuidado de los hijos, de los enfermos, discapacitados, ancianos, lo que les impide acceder plenamente a la educación, el mercado laboral y la participación política. Y justamente, en ese reporte de CEPAL decía con claridad que a menos que en nuestras sociedades cambiáramos la cultura de de la economía del cuidado, iba a ser muy difícil que la mujer realmente tuviera más oportunidades. Hay que generar legislaciones que colaboren con aquello, y nosotros de alguna manera lo hicimos con la Reforma del Sistema Previsional, y el bono por hijo nacido vivo, buscando asimilar las pensiones, pero también era una manera de decir que las mujeres eran sujetos de derecho y no eran cargas de nadie, y por otro lado era una manera de que la sociedad retribuyera a la maternidad. Y también en un par de otras legislaciones, como el apoyo a las familias que tenían algún discapacitado, o la masificación de las salas cuna.

– Los puestos de nivel superior en las empresas y otras áreas siguen siendo casi inaccesibles para las mujeres.

– Un tema particularmente dramático y que viven millones de mujeres en el mundo y en Chile, es el relativo a la violencia hacia las mujeres y hacia los niños. Aunque se han conseguido avances, hoy 89 Estados tienen alguna disposición legislativa contra la violencia doméstica y 60 Estados tienen leyes específicas sobre ello, la violencia contra las mujeres y las niñas sigue siendo un grave problema en todas las regiones y en todos los países.

– Un estudio hecho por la OMS indicó en 10 países, indicó que entre 17% y 71% de las mujeres denunciaron violencia física o sexual de sus cónyuges o parejas.

– Entre las mujeres de 15 y 44 años, los actos de violencia causan más muertes y discapacidad que la suma de las provocadas por el cáncer, la malaria, los accidentes de tránsito y la guerra.

– En 2006, las mujeres y las niñas representaron 79% de las víctimas de tráfico de seres humanos.

– Más de 60 millones de niñas en el mundo son forzadas a casarse antes de los 18 años.

– Este es un tema dramático, y que en Chile no lo tenemos afortunadamente, pero en muchos países y pese a que tiene legislaciones, se sigue practicando la mutilación genital femenina. Se estima que entre 100 y 140 millones de niñas y mujeres en el mundo viven actualmente con las consecuencias de haber sido mutiladas, y se estima que 3 millones de niñas corren riesgo de ser víctimas de tal práctica cada año.

– La impunidad de los agresores, los servicios inadecuados para las víctimas, las actitudes que perpetúan los estereotipos y la escasez de recursos para implementar las políticas adecuadas, siguen siendo serias barreras para erradicar la violencia contra las mujeres.

Quiero decirles que estoy plenamente consciente de haber asumido una tarea compleja y exigente, respecto de la cual los logros no se ven de un día para otro. Pero lo que importa es oponerse eficazmente a las diversas formas de violencia, opresión y discriminación contra las mujeres, y no aceptar ninguna justificación basada en las tradiciones de determinadas naciones. En este contexto hay experiencias bien interesantes, porque hay países donde las violaciones en contra de las mujeres son parte de la tradición, y se trabajó con líderes de la comunidad, con líderes religiosos, buscando generar alianzas que permitan cambiar este tipo de situaciones. Porque estamos hablando de una situación inaceptable, frente a la cual no se puede actuar de manera ambigua. Donde sea que se produzcan los abusos, deben ser condenados con la máxima energía, y se debe trabajar de la manera más eficaz.

Tenemos que decirlo siempre y en voz alta, porque los derechos de las mujeres son derechos humanos y son universales. Y la igualdad de género, que es una expresión de esos derechos, también es universal.
Estoy convencida de que para terminar con las instituciones, leyes y costumbres que validan la desigualdad de género, la comunidad internacional debe llevar a cabo un esfuerzo gigantesco y constante, que pueda romper la inercia de la injusticia. Se podría decir que necesitamos “mover montañas”. Efectivamente, de eso se trata. Tenemos que actuar con una energía y una voluntad que permitan mover montañas.

ONU Mujeres va a ser la entidad dispuesta defender los derechos básicos de las mujeres y las niñas, otorgándoles una voz poderosa en los ámbitos local, regional y mundial. Ahora, quiero contarles que ONU Mujeres no va a reemplazar al conjunto de organismos internacionales. Por ejemplo, el PNUD va a seguir trabajando con Mujer y Desarrollo, UNICEF sigue trabajando con los niños y las niñas. Ellos tienen que seguir trabajando por la igualdad de género y el empoderamiento de las mujeres, en sus respectivos campos de acción.

La entidad que encabezo tendrá también la misión de apoyar a las entidades intergubernamentales como la Comisión Jurídica y Social de la Mujer en su formulación de políticas, estándares y normas mundiales, y también de prestar asistencia a los Estados miembros para implementar dichos estándares, aportando cuando sea necesario el apoyo técnico y financiero a los países que lo solicitan. Pero también, cómo estamos en casa, es decir, cómo ayudamos al sistema de Naciones Unidas a rendir cuentas de sus compromisos en materia de igualdad de género, lo que incluye el monitoreo permanente de los progresos dentro del sistema.

Amigas y amigos:

Este año está terminando con cifras auspiciosas para América Latina y el Caribe en el ámbito económico. En general, la región resistió razonablemente los efectos de la última crisis económica mundial, a diferencia de lo que ocurría hace no muchos años, y la verdad es que es muy bueno escuchar a grandes próceres mundiales elogiar a América Latina, como una región que fue afectada por la crisis, pero que pudo salir más rápidamente de ella. Según estimaciones de la OIT, el crecimiento promedio de la región superará el 5% y el desempleo descenderá al 7,4%, en comparación con el 8,1% del año pasado.

Precisamente el director general de la OIT, nuestro compatriota Juan Somavía, afirmó recientemente que el reto en materia de empleo es mejorar la productividad, reducir la informalidad, mejorar la cobertura de protección social y enfrentar las desigualdades. Somavía insistía en que “no sólo es importante generar más empleo, también es importante que esos empleos sean de calidad. La realidad es que las economías pueden ir mejor, pero mientras la gente no tenga mayor acceso a un trabajo decente e ingresos suficientes, la recuperación no será real ni sostenible”, señalaba Juan. Y agregó que es necesario impulsar las pequeñas empresas, que son las mayores generadoras de puestos de trabajo.

Y además esta ONU Mujeres quiere contribuir a crear mayor conciencia respecto de las precarias condiciones en que trabajan hoy muchas mujeres. Es indispensable que se reconozcan sus derechos a trabajar en condiciones seguras, con contrato legal, con una retribución digna, con seguro de salud, con garantías de tiempo libre y de descanso, con oportunidades de capacitación, etc.

En tal sentido, está el concepto de trabajo decente, en cuya definición a colaborado la OIT, y que ha sido consensuado internacionalmente. El trabajo debe ser fuente de dignidad personal, estabilidad familiar, paz en la comunidad, democracias que actúan en beneficio de todos, y crecimiento económico, que aumenta el trabajo productivo y el desarrollo de las empresas.

Como es sabido, una de las principales causas de las desigualdades de género en el mercado laboral es la persistencia de la división sexual del trabajo que impone a las mujeres una mayor responsabilidad en la crianza de los hijos y la atención de las labores domésticas. Esto influye por supuesto en la distribución del tiempo de trabajo de hombres y mujeres en las áreas productiva y reproductiva.

Aunque cada día más mujeres trabajan fuera del hogar y proveen también ingresos monetarios a la familia, no se ha producido un cambio en las tareas de cuidado del grupo familiar. Las mujeres siguen dedicando más tiempo que los hombres al trabajo no remunerado, lo que a la vez incide en que enfrentan mayores desventajas en el acceso al empleo y las condiciones en que deben trabajar.

Esto nos demuestra que necesitamos provocar las legislaciones, adecuaciones que permitan los cambios culturales, que empiece por el hogar y se extienda al conjunto de las actividades humanas. Porque hablar de equidad no sirve si no cambiamos las costumbres que reproducen la desigualdad, y por cierto, las condiciones estructurales para ello.

Quiero destacar que existe un creciente consenso de los gobiernos, los empleadores, los trabajadores y la sociedad civil sobre el hecho de que el empleo productivo y el trabajo decente son elementos fundamentales para alcanzar una globalización justa, reducir la pobreza y conseguir un desarrollo equitativo, inclusivo y sostenible.
Se Acaba de realizar en Santiago la Decimoséptima Reunión Regional Americana de la OIT, la que concluyó con un llamado a profundizar los esfuerzos para seguir avanzando por la senda del trabajo decente en el continente.

Y ahí se destacó la necesidad de examinar a fondo, por medio de un diálogo social efectivo, temas
imprescindibles como el fortalecimiento del respeto a la libertad sindical y la negociación colectiva; la promoción y apoyo a la empresas para la creación de nuevas oportunidades de trabajo decente y productivo; la promoción de la ratificación del Convenio 102 de la OIT sobre la seguridad social; el fomento de la competitividad de la economía pero con cohesión social, respetando los derechos fundamentales en el trabajo.

Se trata, sin duda, de asuntos esenciales para ensanchar las posibilidades de mejoramiento de las condiciones laborales de los trabajadores y las trabajadoras, y está demostrado que el mejor instrumento para lograr progresos reales en esos y otros puntos es el diálogo social. Se necesita que los Estados tomen la iniciativa en este sentido, con vistas a definir, junto con los empresarios y trabajadores, un marco de cooperación que redunde en el mejoramiento del mercado laboral y que permita resguardar la dignidad de los trabajadores.

En este cuadro, un problema que necesita respuestas eficaces es el que surge de la tensión entre el trabajo y la familia, y que afecta sobre todo a las mujeres. Esto exige definir nuevas formas de conciliación con corresponsabilidad social que marchen con los tiempos actuales.

A ello apuntó precisamente el Informe Regional elaborado en 2009 por la OIT y el PNUD sobre la situación en América Latina y el Caribe, el que ha procurado sensibilizar sobre los temas pendientes en materia de conciliación entre trabajo y familia; también buscaba mostrar las buenas prácticas implementadas en la región y las propuestas que, a juicio de la OIT, pueden impulsar los Estados, los empresarios y los trabajadores para generar una mejor relación entre el ámbito familiar y el ámbito laboral.

Es evidente que la promoción de políticas que permitan aumentar la ocupación de las mujeres, disminuir la brecha de ingresos por sexo y reducir la informalidad, se relacionan directamente con la posibilidad de superar los obstáculos que enfrentan los trabajadores, y especialmente las trabajadoras, para conciliar la vida familiar y laboral.

Es un hecho que las mujeres han logrado acceder a más empleos, y eso es bueno, sin embargo no suficiente, porque la pregunta es ¿de qué calidad es el empleo? El informe de la OIT establece que la proporción de mujeres trabajadoras que están en la informalidad es mayor a la de los hombres, lo que agrega otra asimetría más a las condiciones de género. Mayores empleos informales han afectado a la cobertura de la seguridad social y -muchas veces- la aplicación de la legislación laboral se ha vuelto más débil.

Hay aquí un rol fundamental que tienen las organizaciones empresariales y las empresas mismas en la tarea de promover la co-responsabilidad social. Las empresas pueden aportar desde el desarrollo de códigos de buenas prácticas y otras formas de compromiso voluntario; fomentar la participación de mujeres empresarias en las directivas; comprometerse con las demandas de género en la agenda del sector y mostrar experiencias exitosas que muevan a otros a seguir buenos ejemplos.

El Informe entrega una serie de recomendaciones muy útiles para las empresas, sugiriendo que los departamentos de recursos humanos tengan roles más activos, se brinden los cuidados infantiles necesarios para que las mujeres trabajen con tranquilidad, organizar los tiempos de trabajo de manera de ser “amigables con la familia”, entregando a su vez mayor “control” de los trabajadores sobre su horario laboral.

Ahora, lo obvio es que de un país a otro las condiciones varíen, que la desigualdad de género no se manifiesta en todas partes de la misma manera, que las barreras para las mujeres en algunos lugares son más altas que en otros. Pero, lo esencial es hacer avanzar la cultura de la no discriminación y de la igualdad real en todas las direcciones.

Pero además también se trata de que las mujeres aprendan a defender mejor sus derechos, que es una tarea del Estado, de los empresarios, de los trabajadores, pero también que las mujeres seamos sujetos activos en esto, protagonistas, a defender mejor los derechos. Y que las empresas y las autoridades comprendan que esto no es una amenaza, que por el contrario, beneficia a la sociedad en su conjunto porque establece el principio de la igualdad como eje esencial de una convivencia más justa y más humana.

No quisiera desaprovechar esta oportunidad, amigas y amigos, sin llamar la atención sobre un asunto que crea dificultades objetivas a la igualdad de género. Y me refiero a la difusión de estereotipos de género que se convierten en obstáculos para combatir las desigualdades, incluidas aquellas que se dan en el campo laboral.
Este es un problema tan antiguo como la desigualdad, y que tiende a reproducirla al reforzar los prejuicios sobre lo masculino y lo femenino que, en los hechos, conspiran contra la posibilidad de tener una sociedad sana, equilibrada, cuyo eje sea una cultura de respeto a los derechos de las personas.

Yo creo que tenemos que combatir enérgicamente los estereotipos de género, para lo cual necesitamos la ayuda de los periodistas, los publicistas, la gente de la tele, los profes, las autoridades educativas, de toda la comunidad, con vistas a producir un salto cultural que favorezca la dignidad y las oportunidades de las mujeres.

Necesitamos que los avances sociales beneficien a la sociedad en su conjunto, pero dado que las mujeres han estado históricamente en desventaja, se requieren esfuerzos especiales para mejorar su situación, y las políticas públicas deben hacerse cargo de ello. Y de esto hablaba el informe de CEPAL, cuando decía que el Estado no podía ser neutro, que por el contrario tenía que generar políticas que se hicieran cargos de esas asimetrías y de esas dificultades. Y esto supone que las fuerzas políticas ―aquí tenemos a nuestros queridos parlamentarios presentes― no sólo proclamen la igualdad de género, sino que actúen consecuentemente para materializarla en la ley y en los hechos.

Porque fíjense que con las mujeres en el mundo hay muchas leyes, pero no se implementan. Por lo tanto uno tiene que asegurarse de sacar las leyes, pero después garantizar que éstas se llevan adelante y que cumplan los objetivos que buscaban, y que los parlamentarios buscaban cuando las aprobaron.

La entidad que hoy encabezo ha nacido bajo el sello del empoderamiento de las mujeres. Y yo quiero decirles que no veo a las mujeres como víctimas, porque cuando uno habla de mutilación femenina genital… no le pasa lo mismo a hombres y a mujeres cuando están expuestos a distintas cosas. En un país en conflicto, hay una enorme cantidad de países, por ejemplo en África, donde uno puede ver que las mujeres son afectadas en mayor medida que los hombres, y generalmente no se habla de eso. Por ejemplo, en la crisis económica de 2008 – 2009, la única instancia que habló del tema de violación a las mujeres fue la OIT, que señaló el número de millones de mujeres desempleadas, que analizó que cuando el padre pierde el empleo las niñitas dejan el colegio para salir a trabajar y ayudar en la casa. Entonces, la verdad es que en cada área de conflicto se utiliza la violación, como lo que pasó en la República Democrática del Congo en julio de este año, donde 300 mujeres fueron masivamente violadas como una táctica de guerra. Y lo que muestra la historia, hay un estudio de la universidad de Ulster, que revisó todos los tratados de paz, más de 500, y solamente en 16 salía mencionado el tema de las violaciones, y por ende las reparaciones que corresponden; en la mayoría de los temas de las mujeres quedan debajo de la mesa, y por tanto luego, las mujeres que fueron doblemente víctimas, no tienen la reparación suficiente.

Esto lo digo porque creo que, cuando uno habla de políticas especiales, es para hacerse cargo justamente de las asimetrías particulares que tienen las mujeres y que tienen que ser miradas de manera específica. Y este concepto expresa la voluntad de contribuir a que las mujeres tomen en sus manos sus propias reivindicaciones e influyan directamente en la marcha de la sociedad.

Y como se trata de corregir desigualdades históricas muy profundas, es indispensable favorecer desde el Estado y desde la sociedad civil, todas aquellas medidas que permitan que las mujeres actúen en pie de igualdad, y que sean iguales en derechos y en dignidad.

Entonces necesitamos, mujeres como ustedes, empoderadas, resueltas, decididas a ganar cada día nuevas batallas ―hombres también, pero aquí estamos hablando de mujeres, no se me ofendan los muchachos que aquí están, que son pocos pero son buenos― por la igualdad de género en todas las áreas, incluido un campo donde estamos muy atrasados, y Chile no es distinto: el campo de la política, donde se necesitan muchas más mujeres que levanten la voz y conquisten espacios de liderazgo.

Fíjense que en el mundo el promedio es del 19 por ciento. En Ruanda 58 por ciento de mujeres en el parlamento, o sea, hay países africanos que vienen de muy atrás y que han caminado rapidito. Acá nosotros mandamos la ley, le pusimos el balance de género en las elecciones, se nos ocurrió pensar cómo entusiasmamos a los partidos y dijimos ¡plata!, incentivo económico al partido que lleve más candidatas y que elija más candidatas, porque que a uno la lleven sin ninguna posibilidad no tiene ninguna gracia, es como cuando yo fui candidata a concejal por Las Condes, fue un acto testimonial, de amor al país y a la comuna, pero la verdad es que no había ninguna posibilidad, entonces necesitamos mujeres que puedan ir a lugares… después cuando inauguré el Metro y estaban todos los concejales, les dije: “ven lo que se perdieron”. Fue bueno para el país finalmente que no fuera concejala por Las Condes.

Pero la verdad es que necesitamos a muchas más mujeres que levanten la voz, algo que nuestras amigas acá presentes saben muy bien, porque han sido fuertes defensoras de los derechos de las mujeres. Yo pido un aplauso porque nuestros parlamentarios se han jugado por nosotros de manera extraordinaria.
Pero necesitamos hacer mucho más, porque todavía estamos muy poco representadas en las distintas instancias a nivel local, y por cierto en el parlamento.

En esas batallas, grandes y pequeñas, las mujeres de Chile, de América Latina y de todos los continentes van a contar, sin duda, con el apoyo decidido de ONU Mujeres.

Quiero terminar mis palabras, entregándoles a Uds. y a todos mis compatriotas, mis mejores deseos para el año que viene. El 2010 ha sido un año duro, difícil, y creo que está en nuestras manos está la posibilidad de mejorar la vida en nuestras familias, nuestras comunidades, nuestros países y el planeta que habitamos. A propósito, cabe destacar que en Cancún, en la conferencia sobre cambio climático, tuvimos un pequeño éxito de ONU Mujeres, ya que por primera vez en una resolución final se incorpora un párrafo que señala cómo el cambio climático afecta a las mujeres y toma una serie de medidas al respecto. Porque antes era igual para todos, pero también tiene efectos específicos en las mujeres.

Yo quiero decir que para mejorar la vida en el planeta en que habitamos, porque todos queremos seguir viviendo en esta tierra, y vivir de una manera más digna, más decente, con trabajo digno y decente, con condiciones básicas esenciales y, sobre todo, con respeto y dignidad, que es lo que todos merecemos.
Muchas gracias.

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