Terminó la tercera temporada de esta popular serie que recrea la vida de una familia de clase media chilena ambientada en la polisémica década de los 1980. Su seguidores nos emocionamos con las reconciliaciones, lloramos donde hubo muerte o separaciones, acompañamos a los Herrera en su celebración de la navidad y el fin del año 1985.
Cada domingo a las 22 hrs. caía de cajón la pregunta: ¿qué nos harán recordar hoy día? Pregunta que, tratándose de esa década, también podía ser formulada como ¿Qué herida abrirán hoy? Revivimos, así, el terremoto ocurrido en marzo de ese año. Y después fue el asesinato de Guerrero, Nattino y Parada. Contexto histórico de las vicisitudes personales de cada miembro de la familia Herrera. Armazón precisa de esta serie que logra imbricar de manera muy efectiva lo público con lo privado.
Tenemos, entonces, a Juan Herrera que pierde su trabajo con el cierre de las fábricas que aconteció en esos años como una de las consecuencias de las políticas económicas impulsadas por la dictadura. Lo vemos reinventarse como comerciante que vende ropa usada americana, incipiente negocio de la época. Ana, su esposa, agrega a su rol de dueña de casa, el de dependienta de una de las grandes tiendas. Son los años de la crisis económica y el consiguiente comienzo de la protesta social. Al mismo tiempo son los años que anuncian el boom de la compra a crédito, los inicios de la cultura consumista en nuestro país.
Si los padres de esta familia ven sus vidas modificadas como consecuencia de los cambios políticos, sociales y económicos de la época, los hijos mayores encarnan algunas de las expresiones culturales y políticas que surgieron en esa década a manera de respuesta al contexto dictatorial. Está el hijo adolescente que encuentra su nicho cultural en las canciones de Los Prisioneros y adoptando la moda del la new wave local de los abrigos negros. Lo acompaña su polola medio punki. La hija adolescente, por su parte, como estudiante de medicina que es, se verá luego envuelta en las protestas estudiantiles de la época. Junto a ella—y esto quizás sea lo más “revolucionario” del guión de esta serie—su pololo del “Frente”.
La serie nos presenta al joven frentista como “jovencito” de la película, héroe romántico que pistola en mano enfrentará a sus perseguidores de algún servicio de inteligencia. Novedosa inclusión de un personaje bastante ausente de las representaciones que conocemos de esa época. Sorprende el sólo hecho de que se lo incluya. La expresiones de lucha armada que tuvo la oposición a la dictadura son, quizás, lo más invisibilizado de ese pasado histórico. El “guerrillero urbano”, que no los hubo muchos, pero de que los hubo, lo hubo, se volvió una figura incómoda una vez terminada la dictadura.
Para una cuarta temporada se nos anuncia la puesta en escena del año 1986. El “año decisivo” lo llamó el Partido Comunista y el MDP (sigla más hundida aun en la memoria).Y lo fue aunque no en el sentido esperado por dicha colectividad política. Es el año del atentado, después del cual termina de quedar claro—si acaso no lo estaba desde mucho antes–que la salida de la dictadura sería en los términos definidos por la Constitución de 1980. No sería una salida “rupturista” producto de alguna “rebelión popular” o “perspectiva insurreccional”.
Es extraño que sigamos con tanto interés una trama de la cual conocemos el final. Sabemos qué opciones políticas se impusieron en la conducción de la oposición a la dictadura. Sabemos quienes quedaron fuera y quienes dentro. Y sin embargo, no deja de interesarnos saber cómo vivirán estas definiciones los Herrera y cada uno de los personajes que se relacionan con ellos.