Al cumplirse dos meses de la instalación del nuevo gobierno se han acentuado los conflictos al interior de la centroderecha por la definición del sello e identidad de la actual administración del presidente Piñera.
No pareciera tratarse de una bifurcación que comprometa visiones doctrinarias, pero si un modo de entender cuales son los ejes centrales del gobierno en la actual etapa. O como se ha señalado por algunos dirigentes cual es el sentido del “cambio” que encarna el proyecto de la derecha en esta etapa.
Pareciera ser que para un sector del Ejecutivo –incluido el propio Presidente- lo fundamental, al igual que en la campaña presidencial, es continuar arrebatando “banderas” a la centroizquierda, e intentar ampliar la base política y social del gobierno. Y de paso demostrar que la centroderecha puede dar gobierno y gobernabilidad al país.
Por el contrario, para otro sector de la derecha lo fundamental de la actual administración debiera ser restaurar cierta esencialidades del modelo liberal-conservador original, el cual habría dio mutando hacia formas “socialdemócratas” que lo habría ido desvirtuando en los últimos años.
Estas visiones contrapuestas se han expresado en toda su crudeza e intensidad, a propósito del reciente proyecto de financiamiento de la reconstrucción, particularmente, a raíz del alza transitoria de impuestos y la no inclusión de la llamada “depreciación acelerada”.
El actual proyecto de financiamiento sigue –incluso sin depreciación acelerada mediante- mostrando el propósito de hacer pasar tras un alza transitoria al impuesto de primera categoría, rebajas impositivas permanentes que a la larga significarán menos ingresos al fisco. Sin embargo, para el sector más ortodoxo de la derecha esta alza transitoria rompe el dogma que en cualquier circunstancia y lugar un alza impositiva a las grandes empresas constituye siempre una mala política.
En efecto, el paso dado por la administración Piñera abre la posibilidad que a futuro otros “terremotos sociales” –como la desigual distribución del ingreso, la mala educación, o alcanzar un salario ético- puedan ser enarbolados como argumentos de la centroizquierda para hacer una reforma tributaria en forma o bien exigir hacer permanente la actual alza de impuestos a las grandes empresas.
Como un escenario más de fondo están las inéditas dinámicas políticas abiertas por una derecha en el gobierno, bajo un sistema democrático, la cual ha debido explorar por si misma –y ya no desde los enclaves autoritarios de la transición- cuales son los reales niveles de legitimidad que ciertas visiones y soluciones neoliberales tienen dentro de la sociedad chilena. En el fondo se trata de explorar la solidez del pacto social en Chile.
Los dos primeros meses de gobierno, dejan un pobre desempeño en gestión –reconocido desde la propia Alianza por personeros tan decisivos como los senadores Allamand y Longueira-, y una desorientación política sobre cual será el principal sello e identidad de la actual administración. Sin duda, desde la propia centroderecha se espera con expectación el discurso del próximo 21 de mayo para saber cual será, en definitiva, el rumbo estratégico del gobierno del Presidente Piñera.