Artículo de Sergio Arancibia publicado en la edición digital de EL CLARIN (Chile) el día 05 de septiembre de 2020.
Recientemente se ha desatado una interesante polémica entre Mr. Seba – que abrió los fuegos publicando críticas bastante despectivas contra partidos y personas chilenas que piensan distinto que él – y una serie de economistas nacionales que criticaron tanto el tono pontificio de Sebastián, como su análisis concreto sobre determinadas situaciones y decisiones de la realidad económica nacional.
Sin embargo, creo que la crítica a Mr. Seba debe ir más allá de una crítica a tal o cual persona, y ampliarse a una crítica a una negativa tendencia que se va popularizando entre ciertos economistas nacionales. Esa tendencia se caracteriza por el hecho de asumir que la ciencia económica – de la cual ellos son exponentes calificados – es un acumulado de verdades absolutas que a ellos les han sido reveladas tanto en las academias nacionales como extranjeras.
Armados de esas verdades, dichos economistas se sienten autorizados a pontificar no solo sobre el cómo solucionar tal o cual problema que la realidad y las fuerzas sociales planteen, sino sobre que es o no lícito de plantearse como meta o aspiración social o política. No se trata de un grupo de profesionales que colocan su ciencia y su técnica al servicio de las grandes aspiraciones nacionales – para ver los caminos y los instrumentos que pueden ser desplegados para llevar adelante esas aspiraciones – sino que invierten el asunto, y se creen con derecho a especular sobre qué es lo que el país, sus parlamentarios, sus dirigentes políticos, sus dirigentes comunales, o sus ciudadanos de a pie, están en derecho a postular y a levantar como banderas. En otras palabras, se cree con derecho a rayarle la cancha a todo el resto del país.
Este asumir posiciones sobre el qué hacer, qué aspirar y qué banderas levantar, es indudablemente un derecho que descansa sobre ellos en cuanto ciudadanos del país, pero no porque la ciencia económica les conceda potestades de algún tipo en esta materia.
Esta actitud se ha venido haciendo presente con bastante apoyo mediático, por al menos tres fenómenos o tendencias, independientes entre sí, pero que apuntan en la misma dirección. Por un lado, por una tendencia poco crítica que impera en muchos ámbitos universitarios, donde se imparte una visión altamente dogmática de la ciencia económica, como si ella fuese portadoras de verdades absolutas. Otras ramas del conocimiento, como la biología, la medicina e incluso hasta la química y la física, son más modestas, y asumen sus verdades como hipótesis tentativas, y sus propias ciencias como terrenos en construcción, donde todo está sujeto a debate y a eventual superación. En segundo lugar, está el hecho, de que los partidarios del statu quo necesitan este tipo de expertos supuestamente imparciales y apolíticos para enrolarlos en la batalla contra las fuerzas del cambio. Si no estuvieran disponibles sería necesario crearlos. Y si están disponibles, los ensalzan y los difunden. En tercer lugar – lo más grave – es que toda esta situación es posible, porque las fuerzas sociales y políticas que en Chile y en el mundo buscan caminos de cambio y superación de las situaciones de desigualdad y de injusticia que imperan por doquier, presentan grandes déficit en cuanto a la generación de un pensamiento crítico y estratégico y de modelos de desarrollo, que sean capaces de dar batallas más sistémicas y globales contra el pensamiento neoliberal que todavía impera en ámbitos políticos y académicos y de convertir ese pensamiento en banderas conductoras de grandes mayorías nacionales. Y como la naturaleza le tiene miedo al vacío, ese vacío se llena con lo que hay a mano, que no siempre es bueno.
Mr. Seba, como tal, importa poco, pero las tendencias que explican su existencia y su pensamiento, son sumamente peligrosas.