Nueva Mayoría: una derrota, tres interpretaciones

por OSVALDO TORRES

El resultado de las municipales precipitó los acontecimientos. La debilidad del gobierno había adelantado las candidaturas presidenciales en la Nueva Mayoría, y los partidos se alineaban ya no en torno a tal o cual proyecto de reforma pendiente en el parlamento o en la SEGPRES. El deporte favorito comenzaba a ser disparar sobre Bachelet para hacerla entrar en la fase “pato cojo”.

Los malos resultados en las elecciones iniciaron la disputa por las interpretaciones. Pero ellas, como era previsible, se hacen desde modelos interpretativos coherentes con lo que se pretende hacia el futuro. En este caso es posible organizarlos en tres, los que con matices conviven en la NM, pero que se articulan con sectores externos a ella, tanto por la derecha como por la izquierda.

Un primer modelo es el de la “nostalgia concertacionista”. Este sector culpó de inmediato al gobierno de la derrota y la calificó de desastre electoral; ya que, al presentar un gobierno más débil y errático, le permite exigir un giro desde ya en las políticas y programas comprometidos por éste. Evalúan que es el programa de “reformas estructurales” lo que ha llevado al fracaso, pues no serían medidas compartidas por la población, o al menos son tan mal presentadas que no tendrían viabilidad. Parte fundamental del fracaso estaría en la falta de diálogo con la oposición de derecha para acordar lo que se debe hacer, pues el gobierno habría impulsado una estrategia “postconsensual” y confrontacional alejada del sentir de la gente. En este sentido, la coalición Nueva Mayoría se izquierdizó, con lo cual el Partido Comunista no suma, sino que perjudica la gobernabilidad que puede dar el gobierno. Los casos de corrupción, de vínculos entre dinero y política y la desaceleración económica han sido solo cuestiones de “mala fortuna” para un gobierno desprolijo y “refundacional”. En este modelo interpretativo, como es evidente, está el viejo “partido del orden”, el partido transversal de la Concertación, que tiene un diagnóstico del país y una propuesta consistente: a) crecimiento económico con eje en las grandes corporaciones privadas nacionales y extranjeras, dándoles garantías de inversiones estables y sin grandes regulaciones estatales, b) modernizar el Estado, para hacerlo más competente ante la dinámica que generan los problemas económicos y sociales de la globalización, c) inclusión social, con políticas focalizadas hacia los “sectores vulnerables”, dejando de lado las “utopías” de políticas sociales como derechos.

Un segundo modelo, proviene de un núcleo de la NM que subsiste en el gobierno -hasta el anunciado nuevo cambio de gabinete- y en algunos dirigentes partidistas más sectores de base de sus debilitados partidos, que entiende que el proyecto de reformas estructurales era un programa fundado en un país muy desigual, con unas restricciones democráticas severas y que requiere de una nueva estrategia de desarrollo para el país. Este sector evaluó que la derrota no fue tan profunda ni de exclusiva responsabilidad del gobierno; que la estrategia para sacar adelante las reformas no fue acompañada por partidarios, por lo que sus frutos son aún poco tangibles; que las reformas se hicieron en los pasillos pero no con la base ni en la movilización social, como lo demostró el “proceso constituyente” o la carencia de sintonía con el movimiento estudiantil o del No + AFP. En este sector prevalece la “frustración por las reformas prometidas”, pero no muestra aún un balance más consistente respecto de las razones del empantanamiento y la orientación confusa de tomaron las reformas y el papel que jugaron los sectores anti reforma de la propia coalición de la que forman parte. En este sentido les falta claridad si seguirán pactando como izquierda dispersa con un bloque sólido de la “nostalgia concertacionista”.

El tercer modelo interpretativo sería el de aquellas fuerzas que están por el “frente amplio de izquierda”, que tuvieron su triunfo con Jorge Sharp como Alcalde de Valparaíso. Este sector evalúa que ese resultado particular pudiera ser ampliable a otros territorios del país o a futuras confrontaciones electorales, si se cumple con la idea de apoyarse en los movimientos sociales, alentando la convergencia de éstos en plataformas programáticas específicas y entendiendo que se entra en el campo de la política donde se articulan acuerdos, se negocia con otros actores económicos y políticos para lograr los objetivos comprometidos. El 25% de votación de alcaldes electos por fuera de los dos grandes bloques, sería expresión de una situación de crisis de representación de los partidos tradicionales que está latente a nivel país.

También evalúan que hay una alta dispersión de fuerzas progresistas, en partidos, colectivos y asociaciones que no superan en votación el 15%, lo que con un liderazgo coherente y propuestas viables para las futuras elecciones, con un trabajo previo de fortalecimiento organizativo en la base social, puede llevarlos a representar el descontento social con el modelo económico, las desigualdades y la “democracia semi soberana”.

En esta situación la tendencia más poderosa y coherente, los nostálgicos concertacionistas, está representada por Ricardo Lagos, qué duda cabe. Pero tendrá que seguir sorteando obstáculos para ungirse como candidato presidencial: a) la definición en la DC de ir a primera vuelta para reforzar su identidad que paradojalmente la empujan los sectores neoliberales ajenos a la tradición falangista. De imponerse esta tesis, la DC  iría con candidato, pero su resultado puede dejarlo como un partido debilitado en parlamentarios y probablemente derrotado en primera vuelta, para negociar su carácter de partido de centro con cualquiera de los vencedores de derecha o centro izquierda. Su unidad estará en cuestión y por tanto el tipo de coalición que sustentaría a Lagos, b) Las primarias de la NM, que pueden ser una importante caja de pandora. Unas primarias abiertas a la ciudadanía, a cuatro bandas, con Lagos por el PPD, Walker (o Goic) por la DC, Guiller por el PR y alguien del PS. En este cuadro, la transversalidad de los modelos arriba señalados pueden deparar sorpresas respecto de los liderazgos de cada cual.

Si aquellas fuerzas dispersas del “frente amplio de izquierda” superan la fragmentación producida por los doctrinarismos, por una suerte de “izquierdismo estudiantil” o por las desconfianzas, y se dan a la tarea de constituirse en fuerza política real, con capacidad de salir del diagnóstico y entrar a la dinámica de convencer a los ciudadanos/as de sus propuestas alternativas para un nuevo gobierno, no dividiendo el mundo entre buenos y malos, es posible pensar que el ciclo de la “vieja política” y la “crisis del modelo” pueden comenzar a ser superadas “por otros hombres (y mujeres)”, que, además logren activar a la mayoría abstencionista que ha triunfado en estas municipales.

Porque al fin de cuentas como recuerda Zizek, “Toda crisis es, en sí misma, la invitación a un nuevo comienzo; todo fracaso de las medidas estratégicas y pragmáticas a corto plazo(..)  es una bendición encubierta, una oportunidad para reconsiderar los mismísimos cimientos”.

 

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