El legendario doctor Almeyda

Por Isabel Allende

Hoy, hace dos años, falleció Manuel Almeyda Medina, un destacado militante socialista, un luchador en los tiempos duros contra la dictadura pinochetista. Una época en que los socialistas pusimos en juego nuestros ideales y muchos respondieron con su vida la persecución que se hiciera contra nuestra militancia.

De ese Chile clandestino y rebelde emana la figura del doctor Almeyda, un sobreviviente como tantos que lucharon en la década de los 80 para retornar a la democracia perdida.

Manuel Almeyda confesó en una entrevista que en política “siempre fui solo un suche” y explicó que con eso quería decir que era solo un militante de base. Y lo decía con la humildad y la grandeza que lo caracterizaba, cuando recién había sido nombrado Presidente del Movimiento Democrático Popular.

Con una fuerza de ánimo que era digna de admiración, estuvo al frente de un movimiento social y político. Así, el rostro del Dr. Almeyda, con su barba de patriarca, representó la fisonomía clásica de la izquierda, en las protestas del año 1983 en Chile.

Él declaraba que las protestas eran el esfuerzo mancomunado de actores sociales y referentes políticos. Reconocía sin dobleces que eran los personajes sociales los más relevantes, y dentro de ellos, destacaba a los sindicalistas, nombrando a dos demócrata-cristianos, Manuel Bustos y Rodolfo Seguel.

También debía dar cuenta de la división del PS. El Mercurio se solazaba en dar a conocer la existencia de 64 partidos socialistas. Él replicaba que era la estrategia de ese diario, para desprestigiar a la oposición y obstaculizar las posibilidades de la unidad. Fuerte, claro y sencillo, su mensaje era uno solo: dirigir una instancia que agrupaba al PS Almeyda, al PC y a un grupo del MIR, que aspiraba a encontrar caminos de convergencia con otras opciones para dar una misma lucha.

En esa época también existía la Alianza Democrática que agrupaba al PS Renovado, al PDC, los radicales, y personalidades liberales y conservadoras que se oponían firmemente a la dictadura y cuyo líder era Gabriel Valdés.

Esa fue la primera vez, desde el golpe de Estado de 1973, que se formalizaba públicamente una coalición opositora al régimen militar de Pinochet, en torno a tres elementos básicos y decisivos:

(1) Un acuerdo nacional para generar una Asamblea Constituyente y una nueva Constitución.

(2) La renuncia de Augusto Pinochet a la Presidencia de la República.

(3) El establecimiento de un Gobierno Provisional para una breve transición.

Esta propuesta era compartida por Manuel Almeyda y por eso mismo declaraba que:“yo creo que si hay una propuesta tiene que haber un ente que movilice la propuesta, que la haga presente en el pueblo, que la haga acoger por el pueblo. Y ese papel era el que le correspondía al MDP”. Creía honestamente que en la recuperación y conquista de la democracia estaba comprometido todo el pueblo, cualquiera fuera su posición política.

En su último destello y de manera extraordinaria, en enero del 2014, dirige una carta al Presidente del Colegio Médico el Dr. Enrique París. En ella, junto con describir su enfermedad y los problemas propios de su edad, confiesa tener una vida insufrible e indigna, por la que solicita al Colegio Médico establecer un comité de “hombres buenos” para abrir el debate sobre la eutanasia médica en pacientes en estado avanzado de enfermedad irreversible, intratable, cargada de sufrimientos vividos como insoportables.

Todos los argumentos palidecen frente al testimonio del Dr. Manuel Almeyda. Por amplios sectores la carta es calificada como modesta y ambiciosa a la vez. Modesta, por cuanto sólo solicita la apertura a un debate; ambiciosa, porque propone un comité de personas capaces de debatir sin prejuicios y sin doctrinas estrechas, los problemas de una ciudadanía que quiere ver respetadas sus opiniones y decisiones en el ámbito privado y que sólo quede a la conciencia que a cada individuo le compete.

Ese fue el sello de su personalidad en la política, en su profesión y en su vida: un hombre sencillo, y dotado de grandes anhelos de servicio, de principios socialistas y de competencia profesional, que supo encarar con lucidez y valentía los desafíos que enfrentó a la largo de su vida.

En este recuerdo, solo puedo terminar con una frase que él uso siempre para todas y todos sus compañeros. ¡Compañero Manuel Almeyda Medina, hasta la victoria, ahora y siempre!

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