Por Miguel Crispi, Sociólogo, Director Área Jóvenes Fundación Dialoga.
El gran problema de los movimientos sociales, y de quienes creemos en ellos, es que tendemos a construir expectativas que distan en exceso de la realidad. Otro gran problema es la falta de capacidad para decretar los éxitos, asumir las derrotas y rearmarse estratégica para seguir en la lucha.
El movimiento ha logrado el punto de inflexión política más importante desde el 5 de octubre de 1988. Los estudiantes no sacudieron, nos enseñaron el norte.
Respecto a lo primero, resulta por lo menos forzado creer que será éste el Gobierno que termine con el mismo modelo educativo que fundaron en dictadura. No serán éstos los que fortalezca la educación pública, decreten la gratuidad y terminen con el lucro. No será un Gobierno de derecha el que escuche, el que gobierne en función de los intereses de la ciudadanía ni de la fuerza movimiento social.
También resulta por lo menos avezado creer que nuestro actual sistema político dará el ancho para que se alcancen las reformas que se demandan. Hace meses se instaló aquella idea que afirmaba que la forma más democrática para superar positivamente el “conflicto” era el plebiscito. A la clase política más conservadora del país (la mitad y un poco más) se le erizaron los pelos con el sólo hecho de imaginar que no serían ellos quienes tomarían la decisión final, sino que serían los ciudadanos, con su voto, quienes lo harían. Una reforma de la dimensión como la que se ha propuesto no podrá ser alcanzada bajo las reglas del juego que hoy nos rigen.
Si lo que digo tiene algo de cierto, ¿por qué seguir movilizados, si al final del camino hay un sistema que impide resolver?
Tres razones. Primero porque es lo que le corresponde al movimiento social. El movimiento social no debe demandar en la medida de lo posible -y así lo ha hecho-, debe hacerlo en la mediada de las necesidades de Chile.
Hoy le demandamos al movimiento estudiantil que se mantenga unido, que no ceda ante un Gobierno represor, que no baje sus banderas ni dé un paso al costado.
Segundo, porque mediante la movilización y la demanda bien organizada se logra -y se ha logrado-, correr la frontera de lo posible. Hoy no sabemos cuándo se terminará con el lucro en la educación, cuándo se conquistará la gratuidad o cuándo tendremos un sistema educativo de calidad que haga reales el anhelo de la movilidad social. No sabemos cuándo ocurrirá, pero intuimos que será más temprano que tarde.
En tercer lugar, porque la movilización ha probado ser exitosa.
Me detengo en este último punto, el más importante de todos. Para que el movimiento pueda continuar su labor, debe saber observar con mayor perspectiva todo lo que ha ocurrido en los últimos cinco meses. Lo mismo deberíamos hacer todos.
Si observamos con atención, nos daremos cuenta de que el movimiento ya ganó. ¿Qué ha ganado?, dirán los más escépticos. Desde mi mirada, el movimiento ha logrado el punto de inflexión política más importante desde el 5 de octubre de 1988. Si hace no mucho parte importante del país miraba con pesimismo el futuro, hoy lo vemos con optimismo. Los estudiantes no sacudieron, nos enseñaron el norte. Del mismo modo como en el año 58 se construyó el bloque de saneamiento democrático, hoy deberemos hacer lo mismo. En nuestro caso esta alianza será guiada por las Vallejos, Jacksons y Farfanes, los Petersens, Ancalaos y Figueroas, los Fuentes y Riveras. Será esta generación y sus dirigentes estudiantiles los que deberán tomar la responsabilidad de construir una nueva alternativa política para Chile.
El ministro Bulnes y el Gobierno han trabajado incansablemente para derrotar el movimiento. Sabe que es una amenaza y que sus demandas calan en lo más profundo del sistema que construyeron en el pasado. La forma en que Bulnes dinamitó la mesa de negociación es un prueba contundente de aquello. El movimiento estudiantil le ha dado la alternativa a Piñera de pasar a la historia como el Presidente que reformó la educación chilena. El Presidente ha respondido con violencia porque no cree, ni menos a quienes representa, en el camino que los dirigentes han trazado.
Al mismo tiempo en que quienes estamos en la galería les agradecemos por haber despertado a Chile, hoy le demandamos al movimiento estudiantil que se mantenga unido, que no ceda ante un Gobierno represor, que no baje sus banderas ni dé un paso al costado. Nuevos dirigentes vendrán para el recambio. Poco falta para que comience el segundo tiempo del partido.