El primer equipo de Ministros nombrado por Piñera –durante el mes de Febrero- tuvo en su momento, muchas lecturas e interpretaciones. Personalmente, me pareció, por sobre todas las cosas un gusto personal del recién electo Presidente. Un gabinete compuesto, prácticamente en su totalidad, por gerentes y amigos, como lo señalara un connotado cientista político adicto al jet set de la disciplina. Junto con dar esa efímera y plástica imagen de las “caras nuevas” y de la “excelencia”, Piñera lograba un objetivo personal de fondo: Al carecer cada uno de los Ministros de manejo político propio, Piñera podría involucrarse directamente, hasta en las decisiones más cotidianas de cada una de las carteras. Las únicas excepciones a la regla la constituían los Ministros Ravinet y Lavín, los que tampoco llegaban a sus cargos por casualidad. Con el primero, Piñera se dio otro gusto personal, como era brindarle un golpe bajo a la DC, o bien apostar a una crisis interna en la misma. El segundo, arribaba al gobierno con la clara intención de imponer una visión de país en la única cartera cuya gestión política es, ante todo, ideológica, como es el Ministerio de Educación, además de controlar un sector históricamente conflictivo en cualquier gobierno.
Sin embargo, hemos de comprender que los Presidentes, en general, tardan un tiempo en asumir e internalizar el cargo que tienen, en darse cuenta que ya no son candidatos, por lo que la opinión pública ya no espera anuncios y promesas, sino concreciones, cumplimientos y hechos que resuelvan los problemas de la ciudadanía. Esta “crisis de identidad”, que se dio, en mayor o menor medida en todos los gobiernos anteriores –quizás con la excepción del Ex – Presidente Lagos, quién, desde 1990 era Ministro, ya que la dirigencia de la Concertación Asumía que en algún momento debía ser Presidente- Se dio con mayor fuerza en Sebastián Piñera. Recién pasado el primero de sus cuatro años de gobierno comienza a dar señales de que ya no se siente candidato, sino que por fin ha tomado conciencia de la investidura que tiene, lo cual se vio reflejado en el, finalmente forzado, cambio de gabinete, del cual se pueden sacar varias conclusiones.
La primera es que un cambio de gabinete a solo 10 meses de asumir, es preocupante. Los cambios de gabinete, cuando las cosas andan bien, son señal del fin de una etapa y el comienzo de otra en la gestión gubernamental. Esta situación se da cuando los gobiernos tienen un relato, un proyecto de largo plazo o un legado que dejar al país. Claramente este no es el caso. Un cambio de gabinete así de anticipado –en absoluto comparable con el de la Ex – Presidenta Bachelet, que fue gatillado por un estallido social que no estaba en los planes de nadie, y que logró torcer el recién mencionado relato, o la agenda de gobierno – solo puede evidenciar que este diseño de gobierno, basado en la “excelencia”, y conducido por criterios académicos y técnico-mercantiles por sobre los políticos no era viable.
Piñera debió terminar por asumir que ya no era candidato, y las cosas no están para gustos personales. Tanto es así, que producto de las presiones de los propios partidos oficialistas debió no solo subir al gabinete a figuras de tonelaje político, sino que a dos de sus otrora –o quizás no tan otrora- rivales. Evelyn Matthei, con quien hace años protagonizara el recordado Piñeragate, y Andrés Allamand, quién esperaba ser designado Ministro en la primera rueda de nombramientos, y que durante el 2010 llegara a presentar propuestas divergentes a la línea oficialista en materias sensibles, como el matrimonio homosexual.
Otro punto a analizar es el caso de Golborne. Al designarlo como Biministro, entregándole además una cartera que atraviesa una crisis, como es Energía, Piñera deja en claro que el capital político obtenido por sus ministros está al servicio de su propio gobierno, y no está pensando en el futuro de la derecha en el poder, sino que en su propia desesperación por subir su popularidad, con una visión tan cortoplacista como es fusionar dos ministerios por una situación coyuntural.
Caso aparte es el del Ex Ministro Ravinet, el que es quizás el fiel reflejo de lo que sucede cuando, por intentar dar una señal política mediática, te haces de un problema a largo plazo. Seguramente -como el mismo lo mencionó en una entrevista- Ravinet era en realidad un invitado en ese gobierno, y no por que el Ex – Alcalde fuera en realidad concertacionista, que de hecho no lo es, sino que porque no fue parte de la construcción del actual gobierno, por lo que mal podría entender la lógica con la que este funciona, además de cometer claros y objetivos errores, propios de un patrón de fundo, que terminan por dejarlo –justamente- fuera de toda actividad política.
En resumen, esperemos que con este cambio forzado y precipitado de gabinete Piñera haya comprendido finalmente que ya no está en campaña, sino gobernando, lo que requiere sopesar un sinfín de criterios para lo cual no basta con conocimientos técnicos y académicos. Durante el 2010 la derecha se hizo de impasses innecesarios, como el conflicto con la ANEF, a partir de una negociación de rutina que se da todos los años en noviembre. El conflicto mapuche, la intervención en la ANFP, y ahora la crisis en Magallanes. Al parecer la técnica, la gerencia, la academia ni la excelencia saben de manejo de crisis cuando de gobernar se trata.
Felipe:
Felicitaciones por tu columna. Me grada que gente joven comience a escribir y darse cuenta del acontecer nacional, sin embargo me gustar recordar algunas cosas.
Durante el Gobierno de Bachelet el cambio de ministros se realiza al cuarto mes de gobierno, que coincidió justamente con la Revolución Pincgüina, y no sólo se observó en la cartera de Educación, sino también en Interior (el Ministerio más importante), y EconomÃa.
Por tanto, la crisis parece que se viene extendiendo desde mucho antes.
Ahora sobre la extravagancia de este Gobierno, el estilo del Presidente y la «excelencia», creo que no amerita referirme, puesto que es parte de los sentidos comunes, de que este Gobierno es más bien parecido a una mixtura de elementos que distan mucho de lo prometido en campaña.
Javiera, en la columna me refiero a lo que señalas, pero hago una diferenciación, en cuanto a la magnitud del hecho que gatilló el cambio de gabinete bajo el gobierno de la Ex-Presita bachelet.
la revolución pinguina constituyó un estallido social que no estaba en la agenda ni del gobierno, ni de la opinión pública ni de los propios estudiantes. el lograr torcer la agenda gubernamental e instalar el tema del debate sobre la calidad de educación, hasta nuestros dias, es un logro del movimiento. en ese sentido, el cambio de gabinete dice relación con lo que planteo en la columna (representarÃa un «cambio de etapa» o un «cambio de agenda»), situación muy distinta al ajuste ministerial de Piñera, influenciado por episodios como la negociacion con la ANEF, en en ministerio del trabajo.
gracias por leer la columna y por tu comentario!
Saludos!