Socialistas se reunen con embajador de Ecuador en Chile

Ecuador

Una reunión formal con el Embajador de Ecuador en Chile, Francisco Borja, realizó, una delegación socialista encabezada por el  Primer Vicepresidente del PS Alvaro Elysalde, el secretario general Fulvio Rossi, Pilar Durán Vicepresidente de la Mujer y el Secretario de Relaciones internacionales del PS y Presidente del Instituto Igualdad Ricardo Núñez con el objetivo de dar su irrestricto respaldo al Gobierno democrático del Presidente Rafael Correa ante el alzamiento policial e intento golpista de grupos contrarios a su gestión.

En este contexto, el Secretario General del Partido, Senador Fulvio Rossi señaló que el PS entregaba su completo respaldo al Presidente Rafael Correa ante la crisis institucional: “en Latinoamérica se había consolidado la democracia y por eso queremos respaldar al Gobierno y al Presidente Correa, respaldar la democracia, respaldar el Estado de derecho y evidentemente poner todos nuestros esfuerzos para que este problema grave que afecta hoy día al Ecuador se resuelva lo antes posible”.

En tanto el primer Vicepresidente del PS, Álvaro Elizalde señaló que la reunión del PS con el embajador ecuatoriano fue para expresarle la solidaridad y respaldo al pueblo de Ecuador y al gobierno democrático del Presidente Rafael Correa de todos los socialistas: “y para condenar de forma enérgica el alzamiento policial que constituye un atentado contra la democracia que es inaceptable en América Latina y en el mundo. Queremos que en democracia el poder militar y policial esté siempre subordinado al poder civil y que se respeten las instituciones propias de un estado de derecho.”

Asimismo, el embajador de Ecuador en Chile, Francisco Borja, agradeció el respaldo de los dirigentes políticos chilenos que fueron a entregarle su apoyo, como la mesa PS, y las muestras de solidaridad a nivel internacional : “Es maravilloso el apoyo solidario que se ha visto durante todo el día, de toda América latina, de todos los organismos multilaterales y de integración de nuestros pueblos, todos los Presidentes, de las organizaciones internacionales, la OEA, la ONU, el grupo de Rio, UNASUR, y aquí los diputados, senadores y dirigentes políticos que está presentes nos da mucha fuerza para salir de esta circunstancia difícil, de esta nueva prueba a la que ha sido sometida nuestra democracia ecuatoriana”

En horas de la tarde el Presidente del PS, Diputado Osvaldo Andrade manifestó su preocupación y rechazo a la crisis institucional en el Ecuador, entregando su total respaldo al Gobierno del Presidente Rafael Correa. “Cualquier atisbo que ponga en riesgo la democracia nos debe preocupar y poner alerta a todos como ciudadanos de Latinoamérica.”, señaló.

Cabe destacar que junto con la reunión en la embajada de Ecuador y las declaraciones del Presidente del PS, la mesa directiva del partido, a través de una declaración pública, condenó de manera enérgica el alzamiento de un grupo de policías en Ecuador: “La mesa directiva del PS expresa su solidaridad y respaldo al pueblo ecuatoriano y al Gobierno democrático del Presidente Rafael Correa. Este atentado contra la Democracia constituye una amenaza a la estabilidad de todo el orden institucional del Ecuador y representa un hecho inaceptable tanto para América Latina como para el conjunto de la Comunidad Internacional. Hacemos un llamado a todos los gobiernos democráticos de América Latina y el mundo, así como a los organismos internacionales, a condenar estos hechos y a respaldar las instituciones democráticas del Ecuador. Esperamos que el reciente conflicto se resuelva por los canales institucionales propios de un Estado de Derecho, lo que exige que los policías alzados contra el Gobierno democrático depongan de inmediato su actitud.”

Relacionado

Comments

  1. ¿Qué pasó en Ecuador?

    Por Atilio A. Boron
    Hubo una tentativa de golpe de Estado. No fue, como dijeron varios medios en América latina, una “crisis institucional”, como si lo ocurrido hubiera sido un conflicto de jurisdicciones entre el Ejecutivo y el Legislativo, sino una abierta insurrección de una rama del primero, la Policía Nacional, cuyos efectivos constituyen un pequeño ejército de 40.000 hombres, en contra del comandante en jefe de las Fuerzas Armadas del Ecuador, que no es otro que su presidente legítimamente electo. Tampoco fue lo que dijo Arturo Valenzuela, subsecretario de Estado de Asuntos Interamericanos, “un acto de indisciplina policial”. ¿Caracterizaría de ese modo lo ocurrido si el equivalente de la Policía Nacional del Ecuador en EE.UU. hubiera vapuleado y agredido físicamente a Barack Obama, lesionándolo, lo hubiera secuestrado y mantenido en reclusión durante 12 horas en un hospital policial hasta que un comando especial del Ejército lo liberara luego de un intenso tiroteo? Seguramente que no, pero como se trata de un mandatario latinoamericano lo que allá suena como intolerable aberración aquí aparece como una travesura de escolares.

    En general los oligopolios mediáticos ofrecieron una versión distorsionada de lo ocurrido, evitando cuidadosamente hablar de tentativa de golpe. Se referían a una “sublevación policial” lo cual, a todas luces, convierte los acontecimientos en una anécdota relativamente insignificante. Es un viejo ardid de la derecha, siempre interesada en restar importancia a las tropelías que cometen sus partidarios y a magnificar los errores o problemas de sus adversarios. Por eso viene bien recordar las palabras pronunciadas este viernes, en horas de la mañana, por el presidente Rafael Correa cuando caracterizó lo ocurrido como “conspiración” para perpetrar un “golpe de Estado”. Conspiración porque hubo otros actores que manifestaron su apoyo al golpe en gestación: ¿no fueron acaso efectivos de la Fuerza Aérea Ecuatoriana –y no de la Policía Nacional– los que paralizaron el aeropuerto de Quito y el pequeño aeródromo utilizado para vuelos provinciales? ¿Y no hubo grupos políticos que salieron a apoyar a los golpistas en calles y plazas? ¿No fue el propio abogado del ex presidente Lucio Gutiérrez uno de los energúmenos que trató de entrar por la fuerza a las instalaciones de la Televisión Nacional? ¿No dijo acaso el alcalde de Guayaquil, gran rival del presidente Correa, Jaime Nebot, que se trataba de un conflicto de poderes entre un personaje autoritario y despótico y un sector de la policía, equivocado en su metodología pero a quien le asistía la razón en sus reclamos? Esta falsa equidistancia entre las partes en conflicto era una indirecta confesión de su complacencia ante los acontecimientos en curso y de su íntimo deseo de librarse de su inexpugnable enemigo político. Ni hablar de la lamentable involución del movimiento “indígena” Pachakutik, que en medio de la crisis hizo pública su convocatoria al “movimiento indígena, movimientos sociales, organizaciones políticas democráticas, a constituir un solo frente nacional para exigir la salida del presidente Correa”. ¡Sorpresas te da la vida!, decía Pedro Navaja. Pero no hay tal sorpresa cuando uno toma nota de los generosos aportes que la Usaid y el National Endowment for Democracy han venido haciendo en los últimos años para “empoderar” a la ciudadanía ecuatoriana a través de sus partidos y movimientos sociales.

    Conclusión: no fue un pequeño grupo aislado dentro de la policía que intentó dar el golpe sino un conjunto de actores sociales y políticos al servicio de la oligarquía local y el imperialismo, que jamás le va a perdonar a Correa haber ordenado el desalojo de la base que Estados Unidos tenía en Manta, la auditoría de la deuda externa del Ecuador y su incorporación al ALBA, entre muchas otras causas. Incidentalmente, la policía ecuatoriana hace ya muchos años que, como otras de la región, viene siendo instruida y adiestrada por su contraparte estadounidense. ¿Habrán incluido alguna clase de educación cívica, o sobre la necesaria subordinación de las fuerzas armadas y policiales al poder civil? No parece. Más bien, actualiza la necesidad de poner fin, sin más dilaciones, a la “cooperación” entre las fuerzas de seguridad de la mayoría de los países latinoamericanos y las de Estados Unidos. Ya se sabe qué es lo que enseñan en esos cursos.

    ¿Por qué fracasó el golpe?
    Básicamente por tres razones: por la rápida y efectiva movilización de amplios sectores de la población ecuatoriana que, pese al peligro que existía, salió a ocupar calles y plazas para manifestar su apoyo al presidente Correa. Ocurrió lo que siempre debe ocurrir en casos como estos: la defensa del orden constitucional es efectiva en la medida en que es asumida directamente por el pueblo, actuando como protagonista y no como simple espectador de las luchas políticas de su tiempo. Sin esa presencia del pueblo en calles y plazas, cosa que había advertido Maquiavelo hace quinientos años, no hay república que resista los embates de los personeros del viejo orden. El entramado institucional por sí solo es incapaz de garantizar la estabilidad del régimen democrático. Las fuerzas de la derecha son demasiado poderosas y dominan ese entramado desde hace siglos. Sólo la presencia activa, militante, del pueblo en las calles puede desbaratar los planes golpistas.

    En segundo lugar, porque la movilización popular fue acompañada por una rápida y contundente solidaridad internacional que se comenzó a efectivizar no bien se tuvieron las primeras noticias del golpe y que, entre otras cosas, precipitó la muy oportuna convocatoria a una reunión urgente y extraordinaria de la Unasur en Buenos Aires. El claro respaldo obtenido por Correa de los gobiernos sudamericanos y de varios europeos surtió efecto porque puso en evidencia que el futuro de los golpistas, en caso de que sus planes finalmente culminaran exitosamente, sería el ostracismo y el aislamiento político, económico e internacional. Se demostró, una vez más, que la Unasur funciona y es eficaz, y la crisis pudo resolverse, como la de Bolivia en 2008, sin la intervención de intereses ajenos a América del Sur.

    Tercero, por la valentía demostrada por el presidente Correa, que no dio el brazo a torcer y resistió a pie firme el acoso y la reclusión pese a que era más que evidente que su vida corría peligro: cuando se retiraba del hospital, su automóvil fue baleado con claras intenciones de poner fin a su vida. Correa demostró poseer el valor que se requiere para acometer con perspectivas de éxito las grandes empresas políticas. Si hubiese flaqueado, si se hubiera acobardado, o dejado entrever una voluntad de someterse al designio de sus captores otro habría sido el resultado.

    La combinación de estos tres factores terminó por producir el aislamiento de los sediciosos, debilitando su fuerza y facilitando la operación de rescate efectuada por el ejército ecuatoriano.

    ¿Puede volver a ocurrir?
    Sí, porque los fundamentos del golpismo tienen profundas raíces en las sociedades latinoamericanas y en la política exterior de Estados Unidos hacia esta parte del mundo. Si se repasa la historia reciente de nuestros países se comprueba que las tentativas golpistas tuvieron lugar en Venezuela (2002), Bolivia (2008), Honduras (2009) y Ecuador (2010), es decir, en cuatro países caracterizados por ser el hogar de significativos procesos de transformación económica y social, y por estar integrados a la ALBA. Ningún gobierno de derecha fue perturbado por el golpismo, cuyo signo político oligárquico e imperialista es inocultable. Por eso el campeón mundial de la violación a los derechos humanos –Alvaro Uribe, con sus miles de desaparecidos, sus fosas comunes, sus “falsos positivos”– jamás tuvo que preocuparse por insurrecciones militares en los ocho años de su mandato. Y es poco probable que los otros gobiernos de derecha que hay en la región vayan a ser víctimas de una tentativa golpista en los próximos años. De las cuatro que hubo desde 2002 tres fracasaron y sólo la perpetrada en Honduras en contra de Mel Zelaya fue exitosa. El dato significativo es que su ejecución fue sorpresiva, en el medio de la noche, lo cual impidió que la noticia fuese conocida hasta la mañana siguiente y el pueblo tuviera tiempo de salir a ganar calles y plazas. Cuando lo hizo ya era tarde porque Zelaya había sido desterrado. Además, en este caso la respuesta internacional fue lenta y tibia, careciendo de la necesaria rapidez y contundencia que se puso de manifiesto en el caso ecuatoriano. Lección a extraer: la rapidez de la reacción democrática y popular es esencial para desactivar la secuencia de acciones y procesos del golpismo, que rara vez es otra cosa que un entrelazamiento de iniciativas que, a falta de obstáculos, se refuerzan recíprocamente. Si la respuesta popular no surge de inmediato el proceso se retroalimenta, y cuando se lo quiere parar ya es demasiado tarde. Y lo mismo cabe decir de la solidaridad internacional, que para ser efectiva tiene que ser inmediata e intransigente en su defensa del orden político imperante. Afortunadamente estas condiciones se dieron en el caso ecuatoriano, y por eso la tentativa golpista fracasó. Pero no hay que hacerse ilusiones: la oligarquía y el imperialismo volverán a intentar, tal vez por otras vías, derribar a los gobiernos que no se doblegan ante sus intereses.

    * PLED/Centro Cultural de la Cooperación.

DEJA UNA RESPUESTA

Por favor ingrese su comentario!
Por favor ingrese su nombre aquí

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.