(Alemania, 2008 Dirigida por Dennis Gansel) Durante la semana de proyectos de su establecimiento de educación secundaria, Rainer Wenger (Jürgen Vogel), profesor de educación física y ciencias políticas, emprende la tarea de explicar a los jóvenes el funcionamiento de un régimen “autocrático”. Wenger, un ex ocupa anarquista, cultor del punk y profesor muy popular entre sus alumnos, ve frustrados sus deseos de enseñar sobre el anarquismo, tema que le es arrebatado por otro profesor más tradicional, que desconfía de este joven y heterodoxo docente.
Sin embargo, Wenger entusiasma a su curso. Para llevar adelante el proyecto, crea un movimiento totalitario llamado La Ola. El movimiento pasó a tener uniforme, símbolos, saludos, un liderazgo, encarnado en el propio Wenger. Sin embargo, lo que partió como un simple ejercicio pedagógico se va de las manos de su creador. En un comienzo los estudiantes se entusiasman con el proyecto, pero prontamente se toman en serio sus roles, pretendiendo perpetuar en el tiempo el movimiento y adquiriendo un carácter violento y militante. La historia que nos muestra Gansel esta basada la novela homónima de Morton Rhue, quien a su vez si inspiró en los experimentos realizados por el profesor Ron Jones en California en la Década de los 60.
Un tópico en que la película pone énfasis es la fragilidad de la Juventud ante la tentación totalitaria. Es necesario recordar el carácter eminentemente juvenil que tuvieron tanto el nazismo como el resto de los movimientos fascistas en los más diversos rincones del mundo. La estética monumental, el culto a la guerra y al sacrificio, la obsesión casi enfermiza con el vigor físico, servían para dar un sentimiento de comunidad y sentido a la juventud. De manera similar, la fuerza de “La Ola” residía en que se convirtió en una respuesta a la búsqueda de identidad de los estudiantes y una reacción a la ausencia de lazos sociales estables en su entorno. No es de extrañar que la participación en el experimento de Wenger se volviera atractiva hasta para estudiantes ajenos a su clase y que incluso algunos estudiantes abandonaran la parsimonia y seriedad de otros profesores más tradicionales para unirse a su curso. Así, el estudiante de origen turco se siente integrado, otro alumno ignorado por sus padres se siente protegido y así, sucesivamente, una suma de historias personales caracterizadas por las carencias convergen en un movimiento que es capaz de darles sentido de comunidad y pertenencia. El propio profesor del curso, quien cree estar desarrollando una actividad controlada, deja en evidencia como está canalizando en su ejercicio de liderazgo la necesidad de ser admirado por sus alumnos y de dar sentido a una profesión docente devaluada.
En esta misma lógica, la película puede ser considerada como una crítica a la fetichización de la marginalidad, y no deja de tender un manto de sospecha y crítica sobre la creciente identificación juvenil con las tribus urbanas. En lugar de mostrarlas como nueva formas de “tejido social” o “movimientos sociales” emergentes, como nos hemos acostumbrado a escuchar por parte de muchos “analistas” en la actualidad, las tribus urbanas aparecen retratadas como formas desesperadas de búsqueda de identidad y arraigo en el contexto de una sociedad anómica. El carácter matonesco y excluyente de las tribus urbanas queda a la vista, y el director no tiene empacho en mostrar las similitudes en el modo de actuar de “La Ola” y las organizaciones punk y anarquistas de su entorno. Es más, los estudiantes mostrados en la película, quienes antes habían participado en pandillas, reenfocan tipos de conductas similares en este nuevo movimiento de rasgos fascistoides. Una escena clave es el dialogo de Rainer, el profesor, con un estudiante, a quien le muestra como su ropa de estilo punk cumple las mismas funciones que los uniformes para los militares y los movimientos fascistas. Las mismas acciones vandálicas callejeras de las tribus, incluidos los graffiti, son potenciadas por el movimiento juvenil que ahora quiere imponer sus signos de identidad en los espacios públicos.
Claramente el trauma alemán de postguerra queda evidenciado en la película. El “experimento social” llevado adelante por Wenger, que tenía como fin demostrar a sus escépticos estudiantes la posibilidad de un resurgimiento nazi en Alemania, cumple su objetivo con una crudeza inesperada.