Palabras de la Presidenta de Igualdad en el acto de entrega de la Memoria 2018

Queridos y queridas compañeros y compañeras, gracias por acompañarnos este día que es para celebrar un nuevo año de Igualdad, el centro de pensamiento que creó el Partido Socialista a fines del año 2003, hace ya quince años.

Al inicio de esta cuenta pública, a nombre del Directorio y del equipo ejecutivo quisiera hacer un reconocimiento a la dirección del Partido Socialista que está presente esta tarde en el escenario en la figura de su presidente, Álvaro Elizalde, que nos dotó de una nueva sede y ha garantizado recursos para nuestro funcionamiento. Pero sobre todo porque ha depositado su confianza en quienes diariamente llevamos adelante la tarea de Igualdad con autonomía y apertura hacia todas las corrientes de opinión que, desde adentro o desde afuera del socialismo, están deseosos de aportar en esta desafiante tarea.

En esta ocasión queremos hacer entrega por escrito de la Memoria 2018, al cumplirse un año de funcionamiento del nuevo Directorio. Integrado paritariamente por Alvaro Díaz, Carmen Andrade, Mauricio Muñoz, Mauricio Rodríguez, Orlando Olivera, Paula Fariña y por mí como presidenta, nos abocamos en varias sesiones de trabajo a un rediseño institucional y reestructuración de equipos que ha convocado el esfuerzo solidario y participativo de centenares de colaboradores.

Un año que recoge el patrimonio acumulado de este centro de pensamiento que ha contribuido a la reflexión del socialismo chileno por más de una década, pero que también ha debido hacerse cargo de nuevos retos.

Estamos ante un nuevo ciclo político en el mundo, en América Latina y también en Chile. Los desafíos que enfrenta el socialismo a nivel mundial no nos son ajenos y nos interpelan a renovar esfuerzos y compromisos.

No tan sólo de ideas, reflexiones y propuestas. También de prácticas y relaciones. Pensar y hacer.

Pensar y hacer no son posibles de disociar cuando la demanda más exigente que vive la democracia es por legitimidad, credibilidad y confianza ante una ciudadanía cada vez más distante de la política existente, de sus instrumentos e instituciones, distancia que se fundamenta en un bienestar injustamente distribuido y por una Constitución cuya ilegitimidad de origen no ha sido subsanada ni sus contenidos reflejan los retos presentes y futuros.

Pensar y hacer no son posibles de disociar en esta sociedad atravesada por desigualdades en múltiples dimensiones que rompen el sentido de pertenencia a una comunidad política, social y territorial y en que, lejos de complementarse, los derechos individuales y colectivos entran en colisión, teniendo nuestro país el desafío de garantizar derechos universales a la educación, a la salud y a la seguridad social.

Pensar y hacer no son posibles de disociar cuando se están experimentando veloces y extraordinarios cambios tecnológicos que revolucionan cómo nos informamos y comunicamos, cómo producimos y trabajamos, cómo participamos y nos relacionamos.

Pensar y hacer no son posibles de disociar en una modernidad que convive con precariedad, vulnerabilidades socioeconómicas y daños a nuestro medio ambiente, con un tipo de crecimiento que finalmente conspira contra el trabajo decente y el desarrollo humano sostenible e inclusivo. Como lo grafican a diario las movilizaciones en nuestro país por la pérdida de empleos, por los bajos salarios, por la contaminación en las llamadas zonas de sacrificio y por la depredación de nuestros recursos naturales.

Pensar y hacer no son posibles de disociar ante las crecientes demandas de autonomía de las mujeres como fuerza emergente y arrolladora que encabeza movilizaciones para desterrar la violencia y la discriminación. Y menos aún ante la pendiente demanda indígena por autonomía.

Pensar y hacer no son posibles de disociar en esta sociedad crecientemente heterogénea y multirracial que debe aprender a convivir pacífica y armoniosamente, con pluralismo, su diversidad y multiculturalidad.

Por lo mismo, el giro que este año hemos empezado a darle a Igualdad ha sido, junto con la producción participativa de ideas, propuestas y reflexiones, reforzar actividades en el territorio destinadas a la formación y a abrir espacios de conversación horizontales para construir en conjunto relaciones colaborativas que permitan la difusión y el enriquecimiento mutuo de ideas y prácticas.

Es un camino que recién comenzamos pero que nos pone un horizonte de compromisos al término de nuestro mandato de 3 años: consolidar un centro de pensamiento y acción, de estudio, formación y comunicación abierta a la comunidad, más allá de confines militantes, a todos y todas quienes se sientan parte de un compartido ideario de derechos humanos que articula libertades  e igualdades.

Más de doscientos colaboradores movilizan la vida regular de Igualdad organizando talleres, seminarios, conversatorios y cursos de formación en nuestra sede, así como en algunas comunas y regiones a lo largo del país; produciendo publicaciones de todo tipo como columnas, artículos, minutas, documentos y propuestas de políticas públicas; exponiendo sus ideas y reflexiones en medios de comunicación escritos, radiales y audiovisuales; y también apoyando el trabajo de nuestros parlamentarios.

De este activismo dan cuenta las 30 páginas de nuestra Memoria 2018 que, a modo de síntesis, se refleja en:

  • 206 colaboradores participantes en 18 Programas

 

  • 92 actividades: talleres, conversatorios y seminarios

 

  • 12 escuelas de formación (en Santiago y algunas regiones)

 

  • 2.667 participantes presenciales en esas actividades y escuelas

 

  • 88 publicaciones: minutas, columnas y documentos

 

  • 4 Encuestas de Opinión de amplia difusión pública

Igualdad no hubiera podido realizar este contundente despliegue en 2018 si no hubiera contado con el esfuerzo de sus colaboradores, dos centenares de hombres y mujeres de distintas formaciones y generaciones, que con su desinteresado y solidario aporte hacen posible darle vida a Igualdad.

Nuestros y nuestras colaboradores son la gran riqueza de este centro y debemos plantearnos el reto de sumar aún más colaboradores voluntarios para el fortalecimiento de nuestra misión.

Pero no basta sólo entre nosotros.

Hay que articular esfuerzos colaborativos con otros centros del progresismo, como los 10 que hoy nos acompañan y a quienes agradecemos su presencia en esta cuenta pública. Abordar los retos que mencioné al inicio de esta intervención de fortalecimiento de una democracia participativa, con regionalización y descentralización efectiva; avanzar hacia una sociedad de derechos, con acento fundamental en educación, salud y seguridad social de calidad universal; promover una estrategia de desarrollo inclusiva y sostenible, en que el trabajo -desafiado por los nuevos avances tecnológicos- no implique precarización sino ampliar la calidad del trabajo para hombres y mujeres en igualdad de condiciones; dotarnos de una sociedad capaz de vivir plenamente su multiculturalidad, recuperando las relaciones entre países que son parte de una común América Latina, nos exigen poder dialogar, intercambiar reflexiones y propuestas, buscar puntos comunes de acuerdos entre todos aquellos centros para quienes estas materias son su vocación fundamental.

Pero tampoco podemos quedarnos ahí.

Un importante número de nuestros colaboradores activos o potenciales están hoy vinculados a universidades e instituciones académicas, a organizaciones no gubernamentales de desarrollo y acción, así como a organizaciones sindicales y sociales. Tenemos que salir de los escritorios, de las oficinas y de las aulas para abrir espacios de intercambio y difusión de ideas en centros educacionales y en foros universitarios potenciando convenios con entidades académicas y centros estudiantiles, en Santiago y en otras regiones. Tenemos acá una representante al senado de la Universidad de Chile que nos acompaña, María José Cornejo y al director de desarrollo institucional de la USACH, Víctor Caro. Dos de nuestras más prestigiosas e importantes universidades públicas del país. Es injustificable que no hagamos esfuerzos colaborativos con ellos y con otras instituciones académicas regionales.

También con organizaciones sindicales, expandiendo el trabajo que ya hemos iniciado con la CUT a través de su Fundación Fiel que nos acompaña con su director ejecutivo, Guillermo Salinas. Y con destacadas ONG’s medioambientales, sociales y de desarrollo, por mencionar algunas de ellas. Varios Programas nuestros, como el de Infancia, Medio Ambiente, Laboral y Salud ya lo están haciendo.

Pero no quisiera despedirme sin hacer una última apelación a la urgente tarea de retomar la agenda pública en este nuevo ciclo político.

Leo algunas afirmaciones de dirigentes políticos que declaran que han muerto las izquierdas y las derechas y que hoy son otras las claves para entender el ordenamiento de las opciones políticas. Y nos hablan de que la inteligencia artificial, la robótica, la revolución genómica, el cambio climático y las nuevas tecnologías de la información no son parte del repertorio con el que se juegan los proyectos políticos tradicionales. Es curioso que la complejidad que todos estos nuevos saberes y las transformaciones que han provocado en el mundo y en las relaciones de los seres humanos con la naturaleza lleven finalmente a decir que se acabaron las clásicas contradicciones de izquierdas y derechas y que el partido de la política se juega en otras canchas.

En vez de apelar a reformular el significado de la izquierda en este contexto y de su opuesto, la derecha, en este nuevo impulso global neoliberal, se nos plantea que ambas están obsoletas. Eso habrá que decirle a quienes, no obstante tanto cambio radical, siguen siendo los perdedores del progreso mientras los fenómenos de concentración se acentúan y las fuentes de desigualdad se diversifican a costa incluso de libertades individuales que ya creíamos asentadas, como nos lo revelan los nuevos regímenes autoritarios de corte conservador que surgen con el concurso de las urnas. Es tarea de las fuerzas progresistas y en particular de sus centros de estudio resignificar el sentido de aquello que es esencial a las izquierdas democráticas, el respeto de los derechos humanos como resultado de radicalizar la articulación de las libertades con las igualdades en un mundo con dramáticos y acelerados cambios tecnológicos, mucho más rápidos que las actuales capacidades políticas para comprenderlos y gobernarlos

Leo entrevistas de algunos intelectuales que minimizan los riesgos para nuestro país del populismo y del nuevo tipo de autoritarismo gestado en las urnas que aparece en otros países, como Estados Unidos, algunos europeos y ahora latinoamericanos. No estamos como otros, sostienen. Y yo me pregunto ¿qué evidencias tienen para tal afirmación que subestima el riesgo democrático en Chile, que caricaturiza la ofensiva conservadora y que niega la posibilidad de que estas fuerzas puedan ser crecientes? Los invito a analizar lo que nos están mostrando los sucesivos Latinobarómetros en la última década, así como estudios del PNUD y los aportes del trabajo empírico realizado por una investigadora de la USACH, Katia Araujo, que destacan lo contrario. Es decir, el debilitamiento democrático en Chile ya está instalado cuando, según el último Latinobarómetro, la adhesión en nuestro país al régimen democrático es escasamente mayoritaria (54%), la indiferencia hacia cualquier régimen es menor que en el resto de América Latina (15%), pero después de Paraguay -que acaba de elegir presidente al hijo de quien fuera el secretario del dictador Stroessner, el nuestro es el segundo país de la región con mayor preferencia por un régimen autoritario, con 23% de los ciudadanos encuestados. El progresivo deterioro de aprecio por el régimen democrático y el crecimiento de la indiferencia frente a cualquier sistema político, se da especialmente en la población joven y en los sectores vulnerables. Y ello, porque la percepción creciente es que se gobierna de espalda a las mayorías, percepción que se alimenta de otras percepciones, como una extendida corrupción y el ejercicio abusivo del poder en todos los planos, político, económico y social.

Corrupción, desigualdades, concentración del poder y vastas mayorías que viven fuera de los espacios en que se adoptan decisiones que les resultan ajenas, con vivencias cotidianas de violencia como modelo de relacionamiento en la esfera social y privada, es parte de la vida de amplios sectores a los que debemos ser capaces de dar una respuesta si queremos avanzar en densidad democrática y en una justa distribución del bienestar.

Estamos enfrentados a una realidad de máxima complejidad, en que el debilitamiento democrático se produce con una hegemonía neoliberal presente con una derecha gobernando y que hoy intenta vía Tribunal Constitucional y cambios en leyes que fueron emblemáticas del reciente gobierno de la presidenta Bachelet desandar lo que democráticamente sancionó el parlamento. Me refiero a los proyectos del gobierno de Piñera en materia tributaria, educacional, laboral y previsional, sin descuidar la propuesta que veremos en el ámbito de la salud.

Mantengo la esperanza de que podemos emprender un camino mayoritario y recorrerlo juntos, los partidos tradicionales de la izquierda y del centro que aprendimos a convivir desde fines de la dictadura y los nuevos partidos y movimientos de izquierda y progresistas que han surgido en democracia.

Y ello pasa si acogemos como hilo conductor de nuestra necesaria convergencia el reto democrático y de superación del orden neoliberal. A esa tarea reflexiva y de acciones deberíamos convocarnos desde los centros de estudios del amplio arco de la centroizquierda, iniciando en 2019 un  diálogo colaborativo que pueda contribuir a dotar a la oposición de propuestas con sentido para la ciudadanía.

Muchas gracias

Clarisa Hardy

Santiago 21 enero 2019

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