¿Política sin sociedad?

Ernesto Águila Z

LA CONTUNDENTE derrota de la dirigencia comunista del Colegio de Profesores ha sido objeto de variadas interpretaciones. Hay factores endógenos, propios del desgaste de una gestión de 10 años; una disidencia que hizo la travesía por el desierto y se unió; la emergencia de nuevas generaciones de profesores y profesoras que provienen de las culturas estudiantiles asamblearias y horizontales de 2006 y 2011, y que ahora comienzan a llegar al mundo laboral y sindical.

Pero existen factores exógenos que permiten hipotetizar que al PC, dada su presencia en el gobierno, le puede estar empezando a ocurrir el mismo “vaciamiento social” que vivió la DC y el PS en los 90 y en los 2000, y que incluso vivió Revolución Democrática (RD) en los dos años en que estuvo en el Ministerio de Educación (sintomáticamente luego de su retiro comenzó a recuperar presencia en el movimiento estudiantil). En este sentido, no parece ser solo un problema del PC, sino una dificultad o imposibilidad de la izquierda de ser parte de gobiernos que conciben lo social más desde una idea de contención que de inclusión.

No debiera ser un destino ineluctable que ser gobierno excluya estar presente en los movimientos sociales, o que éstos no puedan sentirse parte de un gobierno y movilizarse en su apoyo. Cuesta recordar alguna movilización, desde el 90 a la fecha, a favor del gobierno. Una vez instalado el primer gobierno democrático nunca más se convocó a “la gente” a movilizarse. Ni siquiera cuando se la favoreció se la llamó, como si hacerlo pudiese despertar dinámicas o recuerdos peligrosos.

Desde una visión conservadora y tecnoburocrática los actores sociales son reducidos a “grupos de presión”; entes corporativos que pueden llegar, incluso, a capturar parte del Estado. La idea privatizadora de la concepción neoliberal nunca tuvo como fundamento solo la eficiencia económica sino también el objetivo político explícito del debilitamiento del poder social y sindical.

Desde una visión más clásica de izquierda, lo social y su conflictividad es lo “real”, y la política debe ser la que lo exprese y represente. La política es la que suma intereses y los articula en proyectos globales, pero la savia de estos proyectos proviene del mundo social. Cuando la política -y la acción gubernamental- se desarraiga de lo social pierde su sentido, se vuelve autorreferente y ensimismada. Es una política sin sociedad. Preámbulo de la desafección ciudadana y del abstencionismo electoral.
Uno de los aprendizajes que deja el actual gobierno es que no se puede intentar transformaciones estructurales prescindiendo de actores sociales movilizados que respalden dichas reformas. No serán las movilizaciones de los 60 pero tampoco la desarticulación social de los 90. A futuro no solo serán relevantes los acuerdos programáticos sino también concordar una forma distinta de gobernar, repensando el tema de la gobernabilidad esta vez -haciendo el quiebre con el paradigma transicional- desde una visión inclusiva y participativa de lo social.

 

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