Metiendo miedo

Por Camilo Escalona

Esta semana, en correspondencia con viejas prácticas, un ex ministro de Pinochet, que también posa de esotérico, el señor Melnick, una vez más, se dio el gusto de presagiar desgracias y sufrimientos a Chile en este nuevo año. No es el único que siembra pánico, entre ellos también un senador de la UDI se “sube por el chorro” y señala que se ha llegado “al desgobierno”, son anuncios amargos que no se apartan de una ideología que perpetúa la desigualdad.

Son vaticinios que desprecian el esfuerzo de los que se han dado la tarea de trabajar, independientemente de sus imperfecciones, precisamente, en búsqueda de una convivencia social que no esté amenazada por las catástrofes y tragedias que, augura este tarotista que, hay que recordar, pretendió salvar la dictadura recurriendo a las ciencias ocultas.

Hoy, la auténtica bancarrota, es el deterioro de la legitimidad del sistema político, en particular de la UDI, por las diversas causas por soborno, lavado de activos, fraude tributario y otros delitos que están en los Tribunales de Justicia.

Muy lejana a la crudeza de estos hechos, en la derecha “miran p’al techo” ante las pruebas que el Ministerio Público ha entregado sobre pagos ilegales a ex ministros, subsecretarios, senadores, diputados y alcaldes de sus filas, que indican ingresos incompatibles con las funciones políticas y de servicio público, que tales personeros tenían bajo su responsabilidad. La lógica de ver la paja en el ojo ajeno y no la viga en el propio, continúa siendo pilar central de su mirada de la realidad.

Ahora bien, a pesar de ello, haciendo pie en los desafortunados episodios que han tensionado el bloque de gobierno, la Nueva Mayoría, en la derecha ya proclaman eufóricos que esta está en descomposición, y se frotan las manos esperando que la división sea la causa de la derrota, del que ha sido un acuerdo programático, sin precedentes, entre las fuerzas reformistas, de izquierda y de centro, que hoy dirige el Estado.

Los cálculos de la derecha no son sólo imaginación o deseos, ya que se ve una distancia real en el grupo de Partidos que apoya la Presidencia de Bachelet. En los dichos de algunos de sus personeros aparecen más deseos de separarse que de unirse.

Ello exige una nueva mirada en las fuerzas de la Nueva Mayoría, que pueda ser capaz de valorar al aporte de todos y cada uno al desafío compartido de sacar las reformas adelante y de aquilatar la dimensión de la tarea que se han propuesto.

A la vez deben tener clara conciencia que su eventual dispersión sería una derrota para todas y cada una de las fuerzas que se comprometieron con un conjunto de transformaciones contra la desigualdad en el país.

Un fracaso que abra nuevamente el camino a la derecha, significaría una regresión social, que dañaría muy severamente la legitimidad de las fuerzas de la Nueva Mayoría como alternativa de gobernabilidad democrática para Chile,

Una idea muy repetida, pero errada, es que no importa lo que  pase con el centro político, de lo que se trata es de”fortalecer la izquierda”, ese propósito es tan transparente como equivocado. Hoy en el país, la fuerza que más resultaría afectada por el colapso del bloque de la Nueva Mayoría y el impacto que ello tendría sobre la marcha del gobierno, que duda cabe, sería la izquierda.

La razón es clara, no podría refugiarse en argumentos que intenten culpar a terceros por que las reformas se detengan ante la ausencia de una mayoría suficiente para sustentarlas. Frente a las dificultades responder con precipitación e inmadurez no es argumento válido.

En consecuencia, el destino de las reformas está en sus manos, en su madurez y espíritu unitario, en la capacidad de poner lo que une por encima de lo que divide. En suma, en no caer en la trampa de falsos protagonismos, que aíslen y lleven las reformas a una ruta que se torne intransitable.

A las amenazas de “desgobierno” de la derecha no hay que tenerle miedo. Ya no hay guerra fría, la excusa de la amenaza del comunismo no existe, ya no habrá golpe militar otra vez. Lo que se debe temer son las propias intolerancias y el descontrol en los juicios, que lleva el diálogo pluralista al terreno de las recriminaciones.

El problema está en nuestras propias fuerzas.

En demandas corporativas que se tornan incontrolables, y que suman y suman obligaciones al Estado, tantas que éste, simplemente,  ya no las podrá cubrir.

En la actitud de creerse poseedores de la verdad y descalificar toda la etapa histórica anterior.

En querer reducir la amplitud de la alianza o del bloque en el gobierno, para que se queden los “puros, duros y maduros”.

En suma, persiste el riesgo que se imponga una visión estrecha, sectaria, de iluminados, que nos condene a ser minoría y pavimente la vuelta de la derecha al poder.

Ante ello, asumir que en la Nueva Mayoría nadie sobra, que la amplitud es fundamental para asegurar un camino de mayorías que respalden las reformas y que la vía institucional es la clave de la transformación democrática, constituyen criterios probados por los que avanzo el pueblo de Chile.

Este camino, de la unidad en la diversidad, del cambio gradual, por vía institucional, es el mejor antídoto para derrotar a los que andan metiendo miedo.

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