El socialismo y el Nuevo Ciclo: Tensiones y oportunidades

Francisco Melo

Creo que el socialismo chileno debe rescatar ante todo su esencia libertaria y democrática gestada al alero de Salvador Allende y Eugenio González, pero debe a su vez aproximarse con sinceridad a sus postulados, ampliados y reforzados por el devenir social. Y por ello también su espíritu hondamente latinoamericanista y crítico del sistema capitalista en su fase neoliberal.


Rememorar la historia del Partido de Allende no es un asunto de mera nostalgia, ni siquiera de una búsqueda y recopilación de vano conocimiento abstracto. Es la sujeción positiva e identitaria a una organización con luces y sombras, con héroes y villanos, con un bagaje cultural, social y político único, y que en su capacidad de ser “Partido”, es decir, con proyecto y una batería de ideas y posiciones, es capaz de pensarse en la amplia condensación de su tiempo, ya sea desde el pasado, nuestro presente y, aún más importante, el futuro. Por ello, mi interés por  hurgar en los vaivenes y derroteros del socialismo criollo no se inserta en el juego ocioso de la contemplación pasiva de algo que “fue”, sino de ese algo que “es” y que, por cierto, “será”. O, mejor dicho, que esperamos que “sea”. Es una situación que nos debe invitar a la acción, sobre todo cuando nuestro instrumento de transformación social (el PS) pareciera a todas luces una maquinaria anquilosada en los rumbos que la política formal y los que su propia historia decidió recorrer.

En este sentido, comprender la historia del PS requiere de diferentes escalas de análisis. Es fácil, a ratos, caer en la lógica de analizar la historia presente como si no estuviera ligada a momentos más crudos y más difíciles que los actuales. Pero aún más fácil es supeditar toda posición política fundamentándose en lo que “pasamos”. Por ello, mi reflexión invita a comprender e interpretar una historia para luego transformarla, proyectándola en el tiempo. Ahora, dada la escueta extensión que toda columna de opinión requiere, no podré tampoco centrarme punto por punto en lo que deseo plantear, ni aproximarme con mayor densidad en los diferentes contextos políticos en que nuestro Partido se ha visto inserto en los últimos cuarenta años. Independiente de ello, dejaré esbozado de modo muy general mi perspectiva acerca del presente y futuro del Partido de Eugenio Matte y Raúl Ampuero, con la voluntad de pensar sus próximas cuatro décadas.

A principios de la transición democrática, Clodomiro Almeyda escribió: “El Partido Socialista como yo lo quiero”[1], en el cual el otrora máximo líder del socialismo (hoy por hoy utilizado inextenso por diferentes corrientes internas, algunas de distinto signo, aunque comparten ciertamente la matriz común de lo que se entiende como “almeydismo”), planteaba que, además de postular su adhesión a la Concertación como la alianza política necesaria para realizar el proceso de transición y de profundización democrática pertinente, aspiraba a su vez a un PS que “actúe movido por la firme convicción de la vigencia del socialismo, como la única salida viable a los problemas globales que afligen a la humanidad contemporánea, generados esencialmente por el capitalismo que, en la actual versión neoliberal, ha sido incapaz de resolver”. En la búsqueda de que el socialismo criollo fuera capaz de sintonizar con las transformaciones profundas de la sociedad contemporánea, postulaba un PS” “que se esfuerce por actualizar sus posiciones a la luz de los cambios producidos en el mundo y el país en los últimos tiempos, sin que esa necesaria readecuación, que todavía está en desarrollo, signifique el abandono de sus principios fundacionales y la renuncia a su historia y a los símbolos que definen su identidad y personalidad política”, asimismo que sea capaz de recoger “el legado de Salvador Allende, en cuanto compromiso entre la democracia y el socialismo, lealtad al pueblo y a los principios, y ejemplar y permanente llamado a la unidad de las fuerzas democráticas, de izquierda y socialistas, como la más preciada herramienta para dar satisfacción a las legítimas aspiraciones populares y nacionales”.Es decir, Almeyda, asumiendo que el Partido de Allende debía tener una necesaria reflexión acerca de los cambios producidos en el mundo y en Chile, ya sea en perspectiva política, social, cultural y económica, ello no debía redundar en la naturaleza misma del pensamiento y accionar de avanzada del PS, ni en su capacidad articuladora dentro de la izquierda ni en la de construir mayorías sociales y políticas que le den soporte a las transformaciones que Chile requiriera. Aún más, no sólo no debía mermar ni desnaturalizar su identidad ni su voluntad política, sino que además el Partido debía perseverar en su análisis crítico del capitalismo en su fase neoliberal, y que, por tanto, el socialismo no perdía ni vigencia ni su intensidad transformadora. Así, el proyecto socialista, comprometido hondamente con los procesos democráticos, seguía siendo la respuesta y salida a las contradicciones inherentes del modelo neoliberal. 

De esta reflexión, ya más de 22 años. No hay duda alguna que el Partido ha contribuido a que Chile sea un mejor país en diferentes ámbitos, que las condiciones estructurales en que se encontraba el país a fines de la dictadura cívico-militar eran radicalmente opuestas a las que en la actualidad hallamos. Sin embargo, nuestra sociedad, la del Chile de hoy, es una sociedad en cambio. Todo indica que estamos en un periodo de transición de ideas, de formas de hacer las cosas, de pensar el mundo, de hacer la política, entre otras. Ejemplo de ello han sido los movimientos sociales y juveniles que, poco a poco, desde el año 2002, han ido incrementándose en nuestra patria, teniendo como zénit el año 2006 y el 2011, expresiones de una misma pesadumbre del estado de cosas; movimientos tan profundos que, pese a sus ausencias en algunos lapsus de estos años, continúan con mayor vigor y claridad. Sin embargo, estos cambios, agudizan a su vez las diferencias y contradicciones entre los diversos actores de la sociedad. La pluralidad que pretende expresarse choca y es frenada por otra parte de la sociedad, que es conservadora de otro régimen y de otra forma de ver las cosas y de actuar. Diversas posiciones se antagonizan, y pareciera que lo que antes era considerado “normal”, hoy se trastoca, colocándose en entredicho lo que era entendido por amplias mayorías como de “sentido común”. Así, lo político, lo social, económico, valórico y cultural se ve inmiscuido en una vorágine de relecturas y de reflexiones diversas.

El Chile actual ha colocado en entredicho un pacto social que predominó en nuestra patria por más de 24 años. Pacto social que reunió a una mayoría del país y que fue “norma” cultural y política, pero que, agotadas sus “virtudes” y entregado ya el posible de su aporte a las transformaciones que se requerían, comienza a descuajarse para ser reemplazado por otro. Hoy vivimos esa lucha y la pregunta es ¿cómo será ese nuevo pacto social que será la carta de navegación del Chile del futuro? Y ¿quién o quiénes forjarán el nuevo pacto social?

En este sentido, el aporte del socialismo chileno en su conjunto, sea el Partido como su Juventud e incluso aquellos movimientos que pueden ser considerados dentro de la “esfera socialista”, es vital. Y es vital en cuanto a lo que el mismo Clodomiro Almeyda reflexionara hace más de dos décadas, puesto que el agotamiento del pacto social de transición se ramifica en las posibilidades que el modelo neoliberal entregaba. Y hoy expresa sus límites, su agotamiento. Y hoy más que nunca, la vigencia del socialismo, como expresión política, por su identidad, por su capacidad articuladora, se hace más necesaria. Es de sentido común para los socialistas su compromiso con la democracia y con la construcción de mayorías sociales y políticas que le den sostén a las transformaciones que se busquen. Ello no está en duda, y es parte ya de nuestra tradición. Nadie puede hacerse el “único” guardián de algo que es parte fundamental de nuestra identidad. Lo que sí muchos se olvidan es que hay que tener voluntad de transformar el estado actual de las cosas en profundidad y en perspectiva de la justicia social, contenido, dirección y norte de lo que aspiramos como militantes.  Es por ello que a los socialistas debe importarnos el “color del gato”, y “cómo cace ratones”. Como nos planteara Eugenio González en el Programa del 47 del Partido Socialista, “Ningún fin puede obtenerse a través de medios que lo niegan: la educación de los trabajadores para el ejercicio de la libertad debe hacerse en un ambiente de libertad”. El socialismo debe aspirar a que las transformaciones que se aventuren estén de la mano en forma y fondo, en sentido y contenido.

Por último, el Chile de hoy enfrentado a un nuevo proceso histórico forzado por la conciencia mayoritaria de que las cosas deben cambiar, sumado a las ya agotadas estrategias y modalidades de la transición democrática, requieren la construcción de un nuevo derrotero desde el socialismo chileno. Y me aventuro a proponer que este derrotero (relato, proceso, tradición, proyecto, etc.) debe estar acorde al Nuevo Ciclo Político y Social, y debe darse en virtud de la reflexión sincera y radical de lo que han sido las diferentes tradiciones del socialismo chileno, y en ese sentido, apelo al rol de una nueva generación de jóvenes socialistas para la formación de lo que considero la construcción de una nueva épica y ética socialista. Épica basada en la lucha por una mejor sociedad, radicalmente democrática, y una ética fundada en los más altos valores humanistas que mueven al socialismo en su rol cotidiano de obrar acorde a lo que se propone.

Creo que el socialismo chileno debe rescatar ante todo su esencia libertaria y democrática gestada al alero de Salvador Allende y Eugenio González, pero debe a su vez aproximarse con sinceridad a sus postulados, ampliados y reforzados por el devenir social. Y por ello también su espíritu hondamente latinoamericanista y crítico del sistema capitalista en su fase neoliberal. Una alternativa democratizante y libertaria con sentido socialista debe aunar fuerzas en su crítica al statu quo. Una juventud militante y socialista debe estar ampliamente a contrapelo de la cultura dominante, y establecer criterios de convivencia en sus espacios de acción cada vez más horizontales en su quehacer diario.

Para la construcción de una militancia diferente, capaz de postular una alternativa ante el orden hegemónico, creo necesaria la existencia no sólo de la formación política sino también de la reflexión teórica, del debate sincero y honesto de posiciones, puesto que sólo abriendo espacios de debate, en donde exista y se promueva el disenso, se posibilitará a su vez la opción de erigir un nuevo derrotero y un nuevo relato para el socialismo. Creo que es la opción que debe insertarse con ahínco, entusiasmo y pasión el conjunto mayoritario de nuestra generación, sobre todo en perspectiva de revitalizar la opción socialista en el seno de nuestro sistema político para las próximas décadas venideras y en función de que el Partido de Allende camine y articule el conjunto del movimiento social y popular, su verdadera casa, su verdadero sentido de ser y proyección al futuro.

[1]  Clodomiro Almeyda “El Partido Socialista como yo lo quiero”. Publicado en el Diario La Nación, el 9 de julio de 1992. Las siguientes citas pertenecen al mismo texto.

Publicado en Revista Vanguardia de la Juventud Socialista

revistavanguardia.cl

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