La tentación estadística

Gráfico

El próximo gobierno, cualquiera sea su signo, deberá enfrentar una inesperada herencia de la actual administración: el descrédito de las estadísticas y los indicadores públicos dados a conocer por el gobierno de turno. En esta materia Chile se preciaba de tener una cierta respetabilidad interna y externa. Este capital, sin embargo, ha quedado peligrosamente en entredicho luego de la última Casen.

Lo peor, sin embargo, está por venir: la tentación de superar de manera “estadística” la pobreza se ha instalado en la actual administración.

La dudosa idea de anualizar las encuestas de pobreza y desigualdad contribuirá a la politización y banalización de estas mediciones. ¿Alguien puede pensar que los resultados que se entreguen a la ciudadanía, en plena campaña presidencial, de la CASEN 2013 (cuesta creer que habrá una nueva medición el próximo año, pero así se ha anunciado), mostrarán otra cosa que una “superación” de la extrema pobreza y algún grado de disminución de la pobreza? ¿Hay espacio para un resultado distinto? ¿Existe la remota posibilidad de que este gobierno, que ha puesto en estos indicadores sociales su futuro político, pueda presentar resultados adversos? Cuando una estadística pública no puede ser sino políticamente favorable al gobierno de turno, es mejor dar por fenecido el instrumento de medición.

¿Significa que se viene un fraude o una adulteración de la próxima encuesta CASEN? No. Pero ya se sabe cómo superar “estadísticamente” la indigencia y reducir, por la misma vía, la pobreza. Se trata simplemente de lograr que el día y mes de la aplicación de la encuesta, la mayor cantidad de personas se encuentren aunque sea levemente por sobre la línea de extrema pobreza ($36.049) o de la pobreza ($72. 098). Cuando se debatió el programa “Chile solidario” se vivió esta disyuntiva: por un lado, la visión de quienes sostenían que la pobreza era un problema multidimensional, que de ella las personas no solo salían sino también volvían o entraban por primera vez  y que, por tanto, requería para ser superada una respuesta compleja y persistente en el tiempo; por otro, la perspectiva de aquellos que, calculadora en mano, proponían un sistema de vouchers que permitiera a estas personas superar el umbral de ingresos que define la indigencia y la pobreza según la CASEN.

La “tentación estadística” parece que ha llegado para quedarse  en lo que queda de este gobierno. No seremos ni el primer ni el último país latinoamericano que sacrifica sus mediciones públicas en aras de objetivos políticos “superiores”, como ganar la siguiente elección. Por lo demás, qué mejor para este gobierno y, quizás para cualquiera, que los pobres, aunque sigan existiendo, desaparezcan de las estadísticas oficiales. Esto puede dar para mucho: cómo no va a existir una manera “estadística” de mejorar los resultados SIMCE o de disminuir la segregación escolar, de derrotar la delincuencia o de reducir el número de indígenas en un momento tan crítico (perpetrar un “genocidio estadístico”, como en su momento se denunció, dada la manera en que se pretendía censar a la población indígena). Quién iba a pensar que existía un camino más corto para alcanzar el desarrollo: no resolver los problemas sino disolverlos. Quizás este “populismo estadístico” puede dar al gobierno ciertos réditos de corto plazo, pero de seguro se va a llevar por delante las credibilidad de estas mediciones por un buen tiempo.

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